Biodiesel y la falsa dicotomía: por qué llenar el tanque con energía derivada de la soja no compite con los alimentos

En los últimos meses, el precio de la oleaginosa creció 30%. Esto reavivó el debate sobre el impacto de este combustible alternativo en las cotizaciones y en la oferta de alimentos. Expertos explican cómo esta industria puede ayudar a potenciar un ciclo de «crecimiento virtuoso» en el país.

En las últimas semanas, el precio de la soja se ha embarcado en un verdadero rally alcista, tras haber estado en valores verdaderamente bajos respecto de los récords alcanzados durante la última década.

En Chicago, el mercado de referencia a nivel internacional, la tonelada llegó a tocar un piso de u$s312 a comienzos de marzo. Sin embargo, esa cotización se transformó en un punto de inflexión. 

A punto tal que en los últimos días arañó los u$s400 por tonelada. Es decir que en el transcurso de tres meses su precio se disparó casi 30%, un salto que hacía tiempo no se veía en el mercado.

Si bien la principal causa de esta recuperación se atribuye a los serios problemas climáticos que enfrentó la cosecha argentina, uno de los tres grandes productores del mundo –junto con Brasil y los Estados Unidos-, en las últimas semanas se reavivó el debate sobre la influencia de la industria de los biocombustibles en la conformación de los precios de los granos. 

Es decir, la dicotomía «alimentos versus energía». 

Dicho debate, por cierto, excede el tema de las cotizaciones y se vincula con un punto tan delicado como la supuesta asignación de recursos para incrementar la matriz energética en desmedro de la generación de alimentos para el mundo.

Cabe destacar que actualmente en la Argentina hay 26 empresas del segmento Pyme que están dedicadas a la elaboración de este combustible alternativo, que es amigable con el medioambiente. De ese total, 17 son medianas y 9 son pequeñas.

La particularidad de esta rama de actividad es que, mientras los grandes productores están completamente abocados al negocio de la exportación, las Pymes están 100% orientadas a abastecer al mercado doméstico. 

Las firmas, nucleadas en la Cámara de Empresas Pymes Regionales Elaboradoras de Biodiesel (CEPREB), actualmente son responsables de producir cerca de 1,2 millones de toneladas de biodiesel al año, de la mano de la ley 26.093, que creó un régimen de promoción de biocombustibles.

Así, generan casi el 50% del total nacional, que llega a las 2,5 millones de toneladas. 

En un inicio, el corte de gasoil con biodiesel era de un 5%. Pero a partir de 2014 dicha proporción pasó a ser del doble, lo que permitió incrementar los niveles de producción.

En este contexto, Sergio Szuchet, directivo de CEPREB, afirmó que “la teoría de que las energías renovables compiten con la generación de alimentos en completamente inválida”. 

“Como todo commodity, el valor de la soja está influenciado por un factor que, en gran medida, es especulativo y que también se rige por factores climáticos”, completó Szuchet, quien además es titular de la empresa Diaser, que cuenta con dos plantas en la provincia de San Luis, en la que producen biodiesel y bioetanol.

Menos del 20% para hacer «bio»
Desde la industria señalan un aspecto clave y es que, para generar biodiesel a partir de la soja, se utiliza una pequeña fracción del poroto, que es el aceite resultante.

Dependiendo del método de extracción, de cada tonelada de soja se extrae tan sólo entre un 12% y un 18% de aceite, que es el principal insumo que utilizan las plantas para elaborar este biocombustible.

“Más del 80% restante que queda es harina. Es decir, un alimento de altísimo contenido proteico. Por eso continuamente planteamos que, cuanta más energía a partir de los granos se produzca y se consuma, más alimento se estará generando”, planteó Szuchet.

De acuerdo con el directivo, cuando las plantas muelen porotos de soja, “el producto principal resultante es la harina. El aceite, en cambio, es un subproducto, que representa una pequeña proporción por tonelada”. 

Más proteínas animales
En diálogo con iProfesional, Héctor Huergo, ingeniero agrónomo y experto en comunicación en temas agropecuarios, coincidió al señalar que “si el estímulo al biodiesel impacta en una mayor producción de soja, entonces aumenta la oferta de harina, que se destina como alimento humano y animal”.

En este contexto, los expertos hacen referencia a otro aspecto trascendente y es que la harina resultante tras la molienda del poroto de soja -que permite extraer aceite y con ello generar biodiesel-, luego se destina al agregado de valor en la cadena alimentaria, permitiendo transformar proteínas vegetales en proteínas animales.

En este sentido, Huergo indicó a este medio que “la harina de soja es un insumo indispensable en la producción de proteína animal. Desde 1970, cuando se alcanzó el punto máximo en producción de harina de pescado, la de soja se convirtió en la única fuente proteica para alimento de todas las especies del reino animal, incluyendo las mascotas”.

Como parte del debate, Huergo agregó que “podríamos vivir perfectamente consumiendo alimentos primarios, de consumo directo, como trigo, arroz, choclo, tofu, porotos o milanesas de soja. Pero debido al poder adquisitivo, las sociedades han ido transitando hacia una dieta con más carnes, que se hacen con granos”.

El experto recalcó además que el mundo “está usando el 20% de los granos para alimento de mascotas, y otro 10% a 15% para endulzar bebidas cola o elaborar cerveza, whisky, gin, vodka y otros destilados. Nada de esto puede considerarse alimento. Es la misma ética que utilizar los granos para llevar los chicos al colegio”, disparó el consultor.

Círculo virtuoso
Desde CEPREB indicaron que las plantas que producen biodiesel son Pymes y, en general, se encargan de su elaboración a partir del aceite que reciben. Es decir, no suelen realizar la molienda de la soja, que se hace en plantas más grandes.

“Nuestra función es importante para las economías regionales. En parte porque, al comprar el aceite, también le terminamos de completar la viabilidad del negocio a muchísimos establecimientos, porque estamos absorbiéndole un subproducto que no necesitan”, indicó Szuchet.

Este es otro elemento más a tener en cuenta a la hora de medir la influencia de este sector en el desarrollo de las economías regionales, tanto por su impacto en los niveles de empleo como por el “efecto derrame” que generan en un amplio abanico de provincias, como Entre Ríos, Santiago del Estero, San Luis, Neuquén, Santa Fe, La Pampa y Buenos Aires.

Huergo sumó un factor extra a la hora de mencionar las ventajas del “bio” producido en la Argentina a partir de la soja: posee una huella de carbono muy favorable, dado que reduce las emisiones en un 75% respecto al gasoil que sustituye.

Desde CEPREB, coincidieron en señalar que “la ventaja es que es un producto amigable con el medioambiente, ayuda a disminuir el calentamiento global, es de origen vegetal y es una fuente renovable. Si a eso sumamos el impacto económico sobre las distintas localidades en las que operamos, se completa un importante círculo virtuoso”.