Se agravó el proceso de degradación de tierras

A los efectos directos sobre el suelo ahora se suman otros indirectos como el daño físico a los cultivos y la contaminación de aguas con sedimentos y agroquímicos, entre otros poluentes.

En el marco del Año Internacional de los Suelos, Celio Chagas, profesor Titular de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), hace un llamado de atención sobre el avance de los procesos de degradación de suelos, vinculados a la agricultura continua en tierras de menor aptitud y a la variabilidad climática. Al mismo tiempo, destaca graves problemas colaterales: en la Pampa Arenosa, la erosión eólica en tierras anteriormente poco erosionadas y el daño directo a los cultivos, y en la Pampa Ondulada, la llegada de sedimentos, agroquímicos y otros elementos a los ríos, en aguas de escurrimiento.

La cátedra de Manejo y Conservación de Suelos está inserta en la carrera de Agronomía y en la Licenciatura en Ciencias Ambientales dado que enseña e investiga temas en común como la degradación de tierras. “Tanto los agrónomos como los licenciados quieren producir sin dañar el ambiente. Por eso es clave enseñarles los procesos de degradación del suelo, sus fundamentos y cómo un uso inadecuado de la tierra afecta la productividad y el ambiente. Para la FAO, la degradación se refiere a procesos en los que participa el ser humano. En este sentido, dos factores actúan en conjunto: la fragilidad de la tierra y el manejo poco racional. Tenemos como resultado, por ejemplo, la ocurrencia de procesos de erosión hídrica en la Pampa Ondulada, y de erosión eólica en la Pampa Arenosa”, señaló Chagas.

Agua que escurre con velocidad

En diálogo con Sobre La Tierra, Celio Chagas habló de los estudios que su cátedra está realizando sobre las causas de la degradación en la región. “Aprovechamos el campo de la FAUBA en San Pedro, que es representativo de la Pampa Ondulada (sectores altos, intermedios, bajos y la orilla sobre el Arroyo del Tala). Allí estudiamos desde hace años los procesos físicos de degradación; en particular, erosión hídrica. En los últimos años detectamos, usando imágenes satelitales, que en la cuenca hubo un cambio en el uso de la tierra, en especial en algunos sectores del plano aluvial, donde hasta el presente no se había hecho agricultura. Allí, el pastizal natural fue reemplazado por cultivos, con rendimientos erráticos y con dificultades para el tránsito de las máquinas cuando el suelo está húmedo”.

En este sentido, el investigador le explicó a SLT los factores que favorecen la degradación y la contaminación ambiental: “Si cae un aguacero de 80 milímetros en una hora y el suelo puede absorber sólo 25, los restantes 55 milímetros van a producir daños por más siembra directa que haya. Al moverse, el agua toma velocidad y erosiona, además de llevar partículas ricas en nutrientes y en los agroquímicos que le aportamos al suelo por nuestra forma de producir. En San Pedro medimos la presencia de agroquímicos en el agua que escurre por la superficie del suelo después de lluvias intensas simuladas experimentalmente. Los resultados son claros: detectamos la presencia de glifosato y atrazina que se habían aplicado en un lote de soja 6 meses antes. Creo que esto nos debe mover a pensar.”

Polvo en el viento

Entre las actividades que la cátedra de Manejo viene realizando en la Pampa Arenosa desde hace tiempo está el desarrollo de un proyecto de mejoramiento de suelos en el partido de Daireaux, donde ya hay más de 80.000 hectáreas dentro del plan. “Allí se realiza agricultura principalmente en suelos muy arenosos; no marginales, pero sí frágiles. Por eso, el objetivo es concientizar a los productores para conservar la materia orgánica a partir de rotaciones especiales de cultivos en siembra directa. En suelos con poco contenido de arcilla, la materia orgánica juega un rol fundamental en la estabilidad de los agregados: mejora la retención de agua para los cultivos y aumenta la resistencia a la erosión y a la compactación del suelo, entre otros beneficios”, nos contó el investigador.

Un efecto no deseado del avance de la agricultura sobre zonas con tierras muy frágiles, como Daireaux y más al oeste, es que se están trabajando inclusive sobre algunas lomas de antiguos cordones medanosos. Esto genera graves problemas de degradación, y así nos lo comenta Celio: “Muchas veces se siembran cultivos anuales en las lomas medanosas muy onduladas, reemplazando la cobertura de pastos. En particular, se está perdiendo el pasto llorón, que coloniza muy bien este tipo de tierras, resiste la sequía y aporta mucha materia orgánica. El problema es que una vez eliminado es complicado implantarlo nuevamente”.

Además, estas lomas sufren más intensamente la acción del viento: “Son muy secas, y las napas freáticas están profundas. A diferencia de los terrenos aledaños, allí las raíces del maíz o la soja no llegan fácilmente al agua, y en años de lluvias escasas, cuando las napas están más profundas aun, los cultivos no prosperan adecuadamente, dejando los suelos con escasa cobertura vegetal y a merced de los procesos de erosión eólica. Al erosionarse, esos copetes también erosionan las tierras a su alrededor. El viento impulsa partículas de suelo de un tamaño intermedio (como arenas finas) que en su trayecto van golpeando la superficie de la tierra; lo hacen una y otra vez, y con tanta energía que van rompiendo los agregados de suelo. La consecuencia es sorprendente: estamos trasladando un problema de un sitio muy frágil a tierras que no son tan fácilmente erosionables. Por otra parte, las partículas que vuelan también lastiman a los cultivos y estas lesiones son puertas abiertas para los patógenos. Un verdadero problema”.

suelos

Dos prácticas alternativas

Si bien la construcción de terrazas es una práctica que perdió algo de vigencia con la llegada de la siembra directa, Chagas no deja de tenerla en cuenta en la lucha contra la erosión: “Es un complemento interesante para la siembra directa ante el problema de erosión hídrica por aguaceros intensos sobre suelos protegidos con poco rastrojo. Se hacen moviendo suelo y creando pequeños terraplenes de 40 cm de alto y pocos metros de ancho. Van intercaladas cada 50-70 metros, cortando la pendiente principal de un lote. Las terrazas permitirían que los excesos de agua infiltren en el lugar o que sean conducidos en forma no erosiva a un curso de agua”.

Por otra parte, el investigador también resaltó las ventajas de otra práctica alternativa y sencilla de hacer: la labranza en contorno. “En siembra directa se puede sembrar siguiendo curvas de nivel (es decir, líneas que tienen la misma altura con respecto a un punto de referencia). El beneficio es que los cultivos sembrados de esta manera actúan como verdaderos diques donde el agua de escurrimiento queda retenida. Pequeñas prácticas pueden lograr grandes resultados”.

“El suelo es un cuerpo vivo que nos permite producir bienes y servicios. Tenemos que cuidarlo. Una vez que pierde sus propiedades, como sucede con los procesos erosivos, es muy difícil recuperarlo. Bienvenido este año del suelo, que sirve para llamar la atención de la sociedad que, en definitiva, es el motor que logra los cambios. Nosotros, desde la FAUBA, lo que hacemos es educar y concientizar para que se tomen cartas en el asunto”, concluyó Chagas.

 

 

fuente: Agroalimentando.com