Trip, la plaga del verano para la soja: entre la sequía y las fallas de monitoreo y control

En el marco del 14 Encuentro Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedades organizado en la ciudad de Córdoba, se abordaron temas relacionados con las plagas insectiles que más daño hicieron en la última campaña agrícola.

monitoreo

Ingenieros Daniel Igarzabal y Roberto Peralta de Halcón Monitoreos, responsables de la organización del 14° Encuentro Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedades

Es un insecto que afecta la capacidad de fotosíntesis de la planta y puede restar hasta 10 quintales por hectárea de rendimiento.  “Hace 15 años venimos cometiendo los mismos errores”, expresó Roberto Peralta, socio de la consultora Halcón Monitoreos.

La cosecha gruesa 2017/18 que está presta a finalizarse sufrió una de las peores sequías de la que se tenga memoria, lo que derrumbó los rindes y llevó a la producción de soja a su nivel más bajo de las últimas diez campañas.

En ese marco, hubo un insecto que aprovechó la falta de agua para atacar y transformarse en la principal plaga del verano para este cultivo: el trip.

Roberto Peralta, junto a Daniel Igarzábal, son los socios de la consultora Halcón Monitoreos, que organizó el 14° Encuentro Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedades en el Centro de Convenciones del Quórum Hotel de la ciudad de Córdoba.

En su disertación, Peralta hizo hincapié en los efectos que produce esta plaga y las fallas de monitoreo y control que vienen repitiéndose y provocan que este tipo de insectos encuentren el espacio justo para actuar.

Impacto productivo

“¿Por qué con un año seco hubo más trips que arañuelas? Porque si bien faltó agua, lo que no faltó fue humedad ambiente”, explicó ante los ingenieros agrónomos, asesores y productores presentes en el encuentro.

Según recordó, el principal efecto que producen los trips en la soja es que le restan capacidad de fotosíntesis. “Le quitan funcionalidad: la planta fotosintetiza a media máquina y eso, al final, impacta en la producción del grano”, resumió Peralta.

Diversos ensayos realizados marcaron que la consecuencia puede ser realmente negativa en los rendimientos, en un año que ya fueron magros de por sí por el efecto de la sequía: se pierden de uno a 10 quintales por hectárea por el accionar de los trips.

Monitoreo, la clave

Aunque el grado de incidencia que tuvieron los trips esta campaña fue mayor que el esperado, Peralta consideró que su expansión fue producto de que se siguen repitiendo fallas a la hora de monitorear y decidir las estrategas de control de las plagas.

“Hace 15 años que venimos trabajando y cometiendo los mismos errores. No hacemos lo que debemos hacer. Es una cuestión socio-cultural: no nos podemos quejar si cometemos siempre los mismos errores”, enfatizó.

E insistió en que “donde más se falla es en el monitoreo; detectamos el insecto tarde y hacemos tratamientos ‘de venganza’, cuando la plaga ya hizo el daño y eliminarla no tiene efecto”.

En el caso de los trips, manifestó que el momento óptimo para el control es cuando las sojas están en R3 y empiezan a definir rindes: si se observan ninfas en la base y los primeros adultos en los estratos superiores, hay que aplicar.

Sobre los monitoreos, repitió la recomendación que, junto a Igarzábal, subrayan todos los años: como mínimo, hay que recorrer los lotes una vez cada siete días.