COLONIA CAROYA Y SUS VINOS

Esta ciudad y sus alrededores atesoran una extensa historia vitivinícola, quizás de las más antiguas e interesantes de nuestro país.

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La ciudad de Colonia Caroya y sus alrededores atesoran una extensa historia vitivinícola, quizás de las más antiguas e interesantes de nuestro país.

La Compañía de Jesús comenzó la producción de vino en las primeras décadas del siglo XVII, principalmente para abastecer la demanda de sus propiedades, pero también para comerciar. Esta industria previrreinal floreció hasta mediados del siglo XVIII, cuando la Orden Jesuítica fue expulsada de los territorios de la Corona Española.

Debió pasar más de un siglo, hasta que en 1878 una fuerte oleada migratoria de origen italiano -friulanos principalmente- se instalaron en la zona, rescatando del olvido las viejas plantaciones y aportando los nuevos conocimientos y maquinarias llegadas desde Europa. Este primer contingente, traído por Nicolás Avellaneda, funda la actual ciudad. La fuerza de trabajo y el tesón inquebrantable de los “gringos” forjaron una importante actividad productiva, que se mantuvo a pesar de los avatares económicos y políticos que sufrió el país durante su historia.

La localidad conoció épocas de máximo esplendor, como en los primeros años de la década del 70´ en los que los habitantes tenían uno de los ingresos per cápita más altos del mundo. Para esa época, había 1500 ha implantadas con vides y la Bodega Cooperativa molía más de 16.000.000 de kilos de uva. Pero también sufrió su destino más aciago con las violentas granizadas de los años 1975-1976, que devastaron su producción agroindustrial y, por ende, su economía regional.

La recuperación insumió casi dos décadas; pero desde medidos de los noventa -y aún más en estos primeros años del nuevo siglo-, la zona muestra orgullosa su reconversión productiva. Esta nueva etapa viene liderada por algunos empresarios -como la familia Tay en Bodega La Caroyense, pero sobre todo por los pequeños productores artesanales. Son estos nietos de inmigrantes, que están dispuestos a poner su cuerpo -y su alma- para recuperar las tradiciones de sus “nonnos”, los que van a escribir un nuevo capítulo en la historia de la vitivinicultura de Córdoba.

Si quieren conocer algo de lo que se está produciendo actualmente en Colonia Caroya, aquí seis sugerencias de buena calidad y precio accesible:

Don Coco Blanco S/A ($45): El clima de la zona no es sencillo para la producción de vinos blancos. Sin embargo, se encuentran algunas excepciones, como este notable producto casero elaborado en pequeña escala -unas 500 botellas- por el incansable viticultor Jorge Silvestri. Un corte de uvas chardonnay y sauvignon blanc que dan origen a un vino simple y vivaz, que regala aromas de frutas blancas y trazos herbáceos, sumados a una boca sabrosa, de fresca acidez y buena persistencia para el rango. Blanco ideal para “limpiar la boca”, junto a una bagna cauda o fondue de queso.

Cavas de Caroya Pinot Noir-Merlot S/A ($25): Un tinto sencillo, de perfil joven y frutado, sumamente fácil de beber. Lo vinifica la Bodega La Caroyense sólo con uvas locales, así que representa fielmente el espíritu de los vinos mediterráneos tradicionales. Recomiendo beberlo ligeramente refrescado para su mayor disfrute. ¡Perfecto con una picadita de salame y quesos!

Finca 43ª Merlot S/A ($40): Un buen vino varietal elaborado por los jóvenes hermanos Javier y Franco Schiavoni, utilizando uvas de la pequeña finca familiar de apenas 1,5 hectáreas. Un tinto casero que sorprende por su limpidez de aromas y sabores. De nariz frutal madura y levemente vegetal; acompaña con una boca liviana y veloz, de paso franco, alcohol moderado, correcta acidez y taninos pulidos que sostienen una breve persistencia. ¡Rico vino para acompañar un asado dominguero!

Don Coco Frambua S/A ($45): La uva Frambua -también llamada Isabella o Chinche- es un emblema de los vinos caroyenses, pues la región es una de las pocas donde su uso continúa autorizado debido a su larga tradición de uso. A pesar de ello, seguramente por modas o apreciaciones erróneas, la variedad fue casi erradicada de los viñedos durante las décadas de los 80´y 90´. Afortunadamente algunos productores con visión protegieron las plantaciones puras de la cepa, para dar origen a vinos únicos como este. Un tinto muy singular, de baja intensidad colorante y nariz inconfundible. Sus aromas son frutales nítidos -frambuesas, frutillas-, con algunos dejos herbales, ahumados e incluso “animales” (característicos de la variedad). En la boca es ligero y fluido, repite sensaciones frutales, con acidez marcada, taninos imperceptibles y un típico amarguito final. Un vino diferente, que puede o no gustar pero es imprescindible de probar.

Caroyense Piú Pinot Noir ($55): Uno de los pocos vinos espumosos de producción local, vinificado pacientemente por el experimentado enólogo Santiago Carlos Lauret. Está elaborado con uvas Pinot Noir de la zona, utilizando el método tradicional -con ocho meses de reposo sobre sus lías-. El resultado es una verdadera rareza; un tinto burbujeante de intenso color violáceo, nariz de frutas ácidas y levaduras, seguido de una boca agradablemente seca, fresca y con burbujas pequeñas. Un producto realmente bien logrado, que sorprende gratamente pues no hay muchos exponentes de este estilo de espumosos en el mercado nacional. Lo imagino ideal para maridar postres o chocolates, en estás frías noches del invierno que comienza. Vale la pena el viaje hasta la bodega para comprar unas botellas.

Finca 43ª Merlot Dulce Natural S/A ($65): Me encanta poder sorprenderme con la innovación aún en la pequeña escala de la producción artesanal. El mejor ejemplo es este vino casero, del que se hicieron algo menos de 200 botellas. Un tinto dulce natural elaborado con uvas semi-pasificadas -cosechadas un mes más tarde de lo habitual- y un breve contacto con madera de roble. Ofrece sensaciones aromáticas muy golosas; como frutas pasas, café tostado o chocolate. Sin embargo, al probarlo tiene un dulzor suave y agradable, que se balancea sabiamente con la acidez y los taninos apenas rugosos; dando lugar a un vino exquisito para la sobremesa o el café. ¡Otro producto que justifica llegarse hasta Colonia Caroya un fin de semana, pues se agotará en breve!

¿Habían probado alguno de estos vinos? ¿Conocen algún otro producto de la región?

(*)Sommelier y docente – robertocolmenarejo@hotmail.com 

Fuente: http://www.circuitogastronomico.net/noticias/2243/Colonia-Caroya-y-sus-vinos.html