El NOA es el más afectado por las malezas

Para Marcelo de la Vega, de la Universidad Nacional de Tucumán, la problemática de malezas en el Norte es superior al resto del país y obliga a cambios de paradigmas. ►Mirá el Video de su reciente charla en la II Jornada de Malezas DuPont en Monte Buey

 

Cada vez que se aborda la problemática, una serie de conceptos se repiten. Todos coinciden en que «no hay recetas», que «es necesario analizar a cada maleza dentro del sistema de cultivos», que «la rotación de cultivos y de modos de acción de los herbicidas es clave» y que «siempre conviene actuar temprano». Sin embargo, cada región agrícola tiene su batalla y los especialistas se animan a dar recomendaciones que allanen el camino.

Marcelo de la Vega, profesor adjunto de la Cátedra de Terapéutica Vegetal de la Universidad Nacional de Tucumán, destaca que entre las malezas tolerantes a glifosato abundan Gomphrena, Borreria y Commelina y entre las resistentes, Sorgo de Alepo, Echinochloa y Eleusine, a la que se suma Amaranthus palmeri, una maleza «que nos va a hacer cambiar todo el panorama de malezas por la cantidad de descendencia que origina, una planta puede llegar a producir hasta 400 mil semillas», dice de la Vega. A ella se suma Digitaria insularis, recientemente llegada desde Brasil, Bolivia y Paraguay, donde es muy importante.

El especialista alerta sobre el repetido uso de graminicidas y su pérdida de eficacia para una zona donde el problema son las gramíneas y no existen otras herramientas. De la Vega considera que «el uso de pre-emergentes es una práctica que puede llegar a conducir a disminuir la intensidad del banco de semillas del suelo. Un productor que tiene presencia de Amaranthus en su campo está entre un 84% y 90% del uso de pre-emergentes, que peligrosamente tienen un único mecanismo de acción, que es PPO, al que la especie puede generar resistencia como ya ocurrió en Estados Unidos».

«Creo que los nuevos eventos biotecnológicos, como la soja Enlist, resistente a 2.4-D y a glufosinato, la soja Xtend, resistente al dicamba, o la soja resistente a los herbicidas inhibidores de la HPPD, nos pueden proporcionar herramientas para poder rotar mecanismos de acción y evitar aparición de nuevas resistencias», analiza De la Vega.