Exportadores de biodiesel prevén un 2016 “complicado”

La rentabilidad de los cultivos repuntó con la eliminación de las retenciones, pero es clave mejorar la competitividad por la caída en las cotizaciones, dice la Bolsa rosarina.

 

 

La siembra del cereal retrocedió en las últimas campañas. Que recupere protagonismo es clave para los números y la rotación.

La siembra de trigo retrocedió en las últimas campañas. Que recupere protagonismo es central para los números y la rotación.

La eliminación de las retenciones al trigo, al maíz y al girasol y la baja de 5 puntos porcentuales a la soja, que quedó en un 30%, aliviaron en parte la compleja situación financiera que afrontaban la mayoría de los cultivos, en especial fuera de la zona núcleo. Pero no hay que engañarse, en un escenario internacional de precios bajos para los granos es necesario pulir la competitividad de la agricultura argentina para volver a crecer con sustentabilidad.

“La eliminación de las retenciones y las restricciones para exportar son pasos en la dirección correcta, pero hay que profundizar el desarrollo de una agenda más estructural para el negocio agrícola para resolver los problemas de fondo”, explicó Guillermo Rossi, analista del mercado de granos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), en una entrevista con Clarín Rural.

Guillermo Rossi es analista del mercado de granos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
 

El impacto de las medidas que impulsó el Gobierno se sintió fuerte en estos últimos días. En el caso del trigo y el maíz, el precio repuntó un 40% en lo que va de diciembre y mejoró su situación frente a la soja, una cuestión clave porque es fundamental que crezca la superficie sembrada con cereales. Pero este es solo el primer paso. “Pensando en que la nueva realidad de los mercados mundiales podría durar varios años, el desafío pasa por empujar la función de costos hacia abajo, logrando que toda producción que hoy no es rentable empiece a serlo”, planteó Rossi.

Para conseguirlo es necesario avanzar con reformas estructurales que fortalezcan la competitividad. Los principales aspectos a incluir en un plan integral para el sector son el marco regulatorio, el sistema comercial y logístico, el uso de tecnología y cuidado del ambiente, el acceso al financiamiento y la puesta en marcha de mecanismos anticíclicos, entre otros.

Una política de comercialización transparente, estable y predecible es el punto de partida para promover las inversiones, con la meta de seguir expandiendo la producción, generar divisas, crear empleo y agregar valor a lo largo de toda la cadena.

En los lotes, el principal reto es aumentar la productividad; es decir, producir más con los mismos recursos (tierra, capital e insumos). Esto permite que el proceso productivo se torne más eficiente en la medida en que buena parte de la ecuación de costos está dominada por componentes fijos por hectárea.

El maíz es el cultivo que podría despegar en las próximas campañas, con enormes posibilidades para agregarle más valor.
 

Con este objetivo en la mira, es crucial la generación y adopción de tecnología y la preparación de recursos humanos. “Afortunadamente, el productor argentino tiene una elevada propensión a incorporar avances en materia de biotecnología e insumos”, reconoció Rossi.

Al mismo tiempo, es fundamental comenzar a resolver los problemas de calidad industrial del poroto de soja, cuyo nivel de proteína se viene reduciendo en las últimas campañas, lo que genera mayores costos en las terminales de procesamiento de oleaginosas. “Una posibilidad es impulsar proyectos biotecnológicos que apunten a mejorar la calidad del poroto sin afectar el rendimiento”, señaló el analista de la Bolsa rosarina.

Las prácticas de conservación y cuidado del suelo también juegan un rol estratégico para asegurar la capacidad productiva en el largo plazo. La siembra directa, el manejo integrado de plagas y la reposición de nutrientes forman parte ineludible de la agenda del mañana.

Hay un dato que confirma que la cuenta de fertilizantes está en rojo. “En la Argentina, el 40% de la soja se hace sin fertilización. En todos los cultivos se utilizan 3 millones de toneladas de fertilizantes por año, contra 30 millones de toneladas que se usan en Brasil”, precisó Rossi.

La caída en la proteína de la soja es un punto a resolver, ya que genera mayores costos al momento de procesar el cultivo, 

Con mercados desarrollados y tecnología de producción, buena parte del problema estará resuelto, quedando en manos de la cadena comercial el esfuerzo por reducir su incidencia dentro del encadenamiento de precios. La brecha entre valores FOB y el ingreso de los productores depende de una amplia gama de factores, entre los que se destacan el costo del flete interno, la carga impositiva (ahora menor), la disponibilidad de capacidad de almacenaje y la eficiencia de la logística portuaria.

El tema de los fletes es clave. La matriz de transporte de granos en la Argentina tiene una altísima dependencia del camión, incluso para traslados de distancias medias y largas, en los cuales otros medios de transporte son más convenientes.

“Bajar estos costos resultará en un mayor ingreso en tranquera para la explotación agrícola, logrando que la actividad pueda soportar el deterioro de los precios internacionales”, destacó Rossi. También es importante para que la agricultura sea viable económicamente para los productores del NOA y el NEA.

“La disponibilidad de capacidad de almacenaje es otro punto importante porque permite una mejor defensa de los precios, ya que evita que un ingreso agresivo de la oferta al sistema comercial en períodos de cosecha tenga un efecto depresivo de magnitud en los mercados”, señaló el analista de la Bolsa rosarina.

El último desafío es comunicacional. “Hay que lograr en la sociedad un mayor convencimiento del aporte beneficioso que hace la agricultura, erradicando a través de una mejor estrategia de comunicación los temores que todavía persisten respecto de temas sensibles como el impacto ambiental de la actividad o la inocuidad de los alimentos genéticamente modificados”, concluyó Rossi.