Maíz, soja y cerdos: una cadena integrada de punta a punta

En Isla Verde, plena zona agrícola “top” del sudeste cordobés, la familia Bernay transforma el maíz y la soja en carne porcina y fiambres.

Diego Bernay en un lote de maíz. Detrás, uno de los galpones de su granja.

Diego Bernay en un lote de maíz. Detrás, uno de los galpones de su granja.

Por las excesivas precipitaciones, el sudeste cordobés es hoy una zona con caminos rurales muy complicados. Esta problemática preocupa a los productores, ya que se acerca la cosecha y hacen malabarismos para entrar a los campos y piensan cómo harán para sacar los granos cosechados.

En esa región, el establecimiento de producción mixta “El Alamo”, de la familia Bernay, en la localidad de Isla Verde, a 25 kilómetros de Monte Maíz, también le está haciendo frente a los avatares del año Niño. Pero allí la agricultura y producción de cerdos no cesa y se hace contra viento y marea, para mantener la fábrica propia que elabora chacinados.

Los Bernay comenzaron con la producción porcina y la construcción de los primeros galpones hace treinta años. Diego Bernay, que es médico veterinario, es hijo del fundador y recuerda muy bien cuando su padre comenzó con la actividad. Hoy él tiene la posta del manejo de la fábrica y visita la granja por las tardes, mientras que su padre, con 84 años, todavía se encarga de seguir la producción agrícola.

El Alamo es un campo de 120 hectáreas que actualmente tiene la mitad sembrado con maíz y la mitad con soja. Sin embargo, esta firma produce sobre 600 hectáreas propias, en diferentes campos, con una rotación clásica apoyada en el trigo y en los dos cultivos de verano antes mencionados.

Bernay reconoce,  que el trigo volvió a la rotación hace dos campañas por la “necesidad de cobertura”. En cambio, el maíz y la soja son componentes básicos de la dieta de los porcinos y siempre los siembran. De maíz se consume la mitad de la superficie sembrada cada año y el grano de soja se canjea con un aceitera cercana por expeller y extrusado.

 

En El Alamo cada semana se terminan más de 100 animales.

En esta cadena productiva, cada eslabón es sumamente importante y un pequeño desajuste impacta sobre el siguiente. La campaña pasada y la actual son claros ejemplos de la importancia de cada uno.
Los Bernay no habían terminado de recuperarse de las consecuencias de los excesos hídricos de la campaña pasada cuando empezaron a padecer los de ésta, motivo por el cual debieron retrasar su ambición de crecer en la producción de cerdos.

Los desajustes derivados de las excesivas lluvias repercutieron en la agricultura y en los alimentos conservados.

“Este es segundo año que por factores climáticos tenemos inconvenientes con los cultivos. El año pasado las lluvias excesivas sobre el final del ciclo del maíz ocasionaron enfermedades fúngicas en la espiga, por las cuales tuvimos pérdidas de producción en los cerdos, a causa de las micotoxinas.Este año, cuando el cereal estaba por ingresar en el período reproductivo, un granizo muy intenso casi lo deja sin hojas. Se recuperó. Ahora hay entre un 10% y 20% de toda la superficie -soja y maíz- que está perdida por anegamientos”, relata el técnico.

Aunque también aclara que, más allá de los daños, para este año esperan muy buenos rendimientos de ambos cultivos, que compensarán, en parte, la superficie perdida. Además, el aumento en los rendimientos para ellos es muy importante, porque perdieron la totalidad del grano de maíz almacenado en un silo subterráneo por el ascenso de la napa. En ese escenario, el sitio elegido para posicionar el silobolsa debe ser estratégico, ya que las precipitaciones se repiten todas las semanas.

 

Un operario insemina una hembra del plantel con semen de padrillos de la granja y de un centro de inseminación.

En El Alamo, el cereal y la oleaginosa son los insumos con los que fabrican, en la planta de balanceados, las raciones para suministrar a los cerdos. Allí elaboran 150 toneladas de alimento al mes y también en este punto se detuvo recientemente la cadena productiva.

“Las lluvias dejan bajo agua postes de luz y se corta la energía en toda un región. Cuando eso pasa, no funciona la planta de alimentos balanceado, que fabrica 3.500 kilos de alimento por hora todos los días. Es un gran problema. Por eso, la solución, teniendo en cuenta que las lluvias se presentan todas las semanas y la cooperativa de energía eléctrica tarda varios días en reestablecer el servicio, es conseguir un generador de energía para la planta y tener un sobre stock de alimentos para esos momentos”, afirma Bernay.

El siguiente eslabón de esta diversificación productiva son los cerdos. Este punto, que es el centro de toda la cadena, es donde la firma tiene un gran potencial para seguir creciendo.

Los Bernay tienen una granja de 300 madres y aspiran a llegar a 500 en el corto plazo.

Diego Bernay sabe perfectamente el potencial de crecimiento que aun tiene esta carne entre la preferencias de los consumidores. Por eso, el desafío principal para los próximas años es el crecimiento en el plantel de madres.

 

Una extractora retira los granos de maíz de un silobolsa. De ahí irá a la dieta.

“Hace unos años nos planteamos elevar la cantidad de hembras a 500, pero no fueron buenos tiempos para hacer los ajustes en infraestructura que implica crecer. Tenemos que cambiar viejas instalaciones y unificar galpones y categorías que dinamicen el manejo con los animales. Todo eso lleva tiempo, además de los imponderables que se van presentando. Pero aspiramos a conseguir este año un primer escalón hasta las 400 hembras y, al año siguiente, crecer en 100 más”, dice el técnico.

El objetivo está y las ideas de punta tampoco faltan en este esquema. Aquí todas las madres son inseminadas de forma artificial (la granja tiene sus propios padrillos y además compra semen a un centro de inseminación) y, al mismo tiempo, están en un proceso de reconversión de la genética, explica el veterinario.

Los índices productivos de 2015 no fueron destacados, se lamenta Bernay, y recién pudieron reestablecer la conexión entre el circuito productivo y el comercial en el primer mes de este año.
“Hasta diciembre enviábamos a faena entre 90 a 100 cabezas por semana y no nos alcanzaba para abastecer la demanda de chacinados de nuestros clientes. Además, con el agravante de que para fin de año siempre se incrementan las ventas. Así, teníamos que comprar cerdos a granjas de la zona para poder cumplir con nuestros compradores, que son carnicerías o supermercados de las ciudades cercanas.

Por suerte, durante enero eso se normalizó y ahora podemos cubrir la demanda con animales de producción propia, gracias a que aumentamos la cantidad de salidas por mes”, explica.

La firma terciariza la faena a un frigorífico de Bell Ville y vende la carne y los fiambres. La planta elaboradora ya cumplió seis años y Bernay está convencido de que todo fue una gran idea de su padre, que maduró con los años. Como muchas en la Argentina, son una empresa familiar a la cual los obstáculo le dieron fortaleza.