Sociedad Rural de Jesús María capacitó a Ganaderos sobre Tristeza Bovina.

Con el objeto de compartir medidas estratégicas para el control de la garrapata en el ganado vacuno, el especialista en Epidemiología, Atilio Mangold, se presentó en “La Casa del Productor” -Villa de María de Río Seco-. Técnico del INTA Rafaela, Mangold se refirió a las condiciones ambientales que propician el desarrollo del parásito y a los tratamientos existentes para paliar los síntomas de la llamada “tristeza bovina”.

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Sobre el origen de la presencia de garrapatas en el ganado bovino, Atilio Mangold señaló que “los huevos de la garrapata son incubados en el suelo, hasta que nacen las larvas. Las larvas esperan en la pastura hasta que pase una vaca, para subirse y arrancar la fase parasitaria”, explicó Mangold en primera instancia.

Según el experto, las temperaturas superiores a 15 grados, sumado a una elevada humedad, aceleran el ciclo de infección. “La fase parasitaria se aligera en primavera/verano/otoño y se alarga en invierno (…) El boophilus es muy sensible al déficit hídrico”, especificó.

Sobre la realidad en Córdoba y Argentina sobre este tema, Mangold  destacó que “no todo el país es uniformemente apto para el desarrollo de la garrapata. A medida que vamos hacia el oeste, es más seco, hay más déficit hídrico y, por ende, es menos favorable su propagación”, aseveró Mangold.

Por sus altas temperaturas, la zona del NEA sería la más perjudicada a nivel nacional. En el sur, entretanto, el parásito se logró controlar definitivamente, debido a las condiciones climáticas y a una campaña de erradicación que se realizó años atrás.

En lo que respecta a Córdoba, Mangold afirmó que la situación es muy parecida a la de la provincia Santa Fe, en materia de campos infectados. “En la zona serrana, hay varios microclimas que pueden ser más o menos favorables”, aclaró.

De acuerdo a Mangold, el parásito afecta en la ganancia de peso, al mismo tiempo que produce daños en el cuero del animal, ya que deja cicatrices. “El cuero deja de servir para determinadas cosas. Si bien esto no le afecta al productor directamente, para la industria y la economía del país sí es muy perjudicial”.

En referencia a la pérdida de ganancia de peso, el técnico comentó que desde el INTA Rafaela se llevó adelante un ensayo puntual entre un plantel con garrapatas y otro sin.  “Al final del año, hubo 26 kilos de diferencia en ganancia de peso, lo cual es significativo (…) En situaciones estables, hay pérdidas de entre 6 y 9 dólares por animal por año”, aseguró.

 

Para el control de la garrapata en animales bovinos, se utilizan ciertos productos químicos o insecticidas, tales como el fosforado, el piretroide y el fipronil, entre otras drogas. En relación a esto, Mangold llamó a leer con atención los prospectos y a tener en cuenta el poder residual de los distintos garrapaticidas. “Dependiendo de la marca, hay algunos productos que tienen un poder residual muy breve de 1, 2 días y hay otros que son más prolongados y duran hasta 122 días”.

Por otro lado, remarcó la importancia de realizar estudios que midan el efecto acumulativo de la dosis, ya que por lo general la droga se aplica más de una vez. “Todos los garrapaticidas tienen restricción para el consumo después de su uso. Además de eso, se debería medir el efecto acumulativo, debido a que hay que hacer más de un tratamiento para lograr un control estratégico”

“No hay que tratar por tratar. El productor tiene que tener un criterio y respetar las indicaciones del prospecto, para mantener la eficacia del producto”, manifestó Mangold. En esa línea, sugirió realizar tratamientos estratégicos para golpear a la población de garrapatas cuando es más débil.

“Hay que tener en cuenta que sobre las vacas, está el 1% o menos de la población de garrapatas. El resto está en la pastura, ya sea como huevo o como larva. Si los animales vuelven a la misma pastura, se infectan de nuevo y no hay vuelta atrás”, prosiguió.

De esta manera, el técnico aconsejó efectuar un esquema de prevención en el mes de agosto específicamente, ya que es la época de menor carga. “La mayoría de los productores tratan la problemática en noviembre/diciembre/enero, cuando la pastura está completamente llena de huevos y larvas”.

Las enfermedades transmitidas por la garrapata causan anemia y afectan al sistema inmunológico del animal vacuno. Entre los síntomas más visibles, Mangold mencionó: fiebre, decaimiento y aislamiento. “Por lo general, el bovino infectado no come, se marea, se queda atrás en un rodeo y se pone agresivo porque le falta oxigenación en el cerebro”, enfatizó.

Para vacunar a un plantel, en primera instancia se necesitan muestras de sangre de los terneros a los 5/6/7 meses edad. De esa forma, se determinará la presencia de anticuerpos contra el parásito en cuestión. “Precisamos de un muestreo representativo, que sería el 10% de los animales, con un mínimo de 20 muestras y un máximo de 100”.

Si a esa edad, más del 75% de los terneros ya se contagió, quiere decir que la tasa de inoculación es alta. Ahora bien, si la proporción es menor, significa que los terneros pueden llegar a ser adultos sin haberse inmunizado contra la enfermedad. “En ese caso, sí sería conveniente vacunar, a modo de evitar problemas en el futuro”, concluyó Mangold.

Fuente: Sociedad Rural de Jesús María