En el Día de la Independencia, la analista expone la compleja realidad del sector agropecuario, revelando cómo la volatilidad, la dependencia financiera y la alta presión impositiva limitan su autonomía, e invita a la reflexión sobre caminos para una mayor autogestión.
En un análisis exhaustivo publicado en «Aire Agro», la especialista Mónica Ortolani se adentra en la cuestión fundamental de cuán «libre» es realmente el campo argentino en su gestión comercial y financiera. Lejos de una plena autonomía, el sector se enfrenta a altos niveles de exposición a la volatilidad de precios, una fuerte dependencia del financiamiento externo y una presión impositiva que erosiona drásticamente su rentabilidad.
Ortolani articula su diagnóstico a partir de tres indicadores clave que, según sus palabras, «nos murmuran» la cruda verdad:
•Toneladas sin fijar precio: Una abrumadora mayoría de la producción carece de protección ante las fluctuaciones del mercado. Para la campaña 2024/25, el 62% de la soja, el 68% del maíz y el 34% del trigo aún no tienen precio fijo. Del trigo 2025/26, el 80% de la producción estimada resta por cerrar su precio. Esto significa que más del 60% de lo ya cosechado y sembrado se encuentra sin protección de precio, ascendiendo a 87 millones de toneladas sin cobertura.
•Estructura de financiamiento: El campo argentino exhibe una marcada dependencia de capitales de terceros. Por cada 100 U$s necesarios para la siembra y labores, el productor aporta solo 30 U$s de fondos propios, mientras que la cadena comercial contribuye con 51 U$s, los bancos con 15 U$s y el mercado de capitales con apenas 4 U$s. Esto implica que cada productor debe salir a buscar 7 de cada 10 U$s que necesita invertir. Las tasas bancarias actuales, rondando el 8% en dólares y entre 50-60% efectivo en pesos, hacen que los negocios sean «prácticamente inviables». La cadena comercial, aunque pilar fundamental, se convierte en el eslabón más vulnerable, experimentando una multiplicación de casos de default desde diciembre pasado. En resumen, el 70% de los costos de producción dependen de capitales externos, y el 72% de ese financiamiento recae en la cadena comercial.
•El «Costo Argento»: La presión fiscal y los sobrecostos internos castigan severamente al productor. Las retenciones volvieron a sus valores originales del 33% para la soja, 12% para el maíz y 7% para el girasol (excepto 9,5% para trigo y cebada), lo que significa una quita directa de entre 9,5% y 33% sobre los ingresos brutos. Además, un informe del IERAL revela que los costos de insumos, fletes y maquinarias para los productores argentinos son superiores a los de sus pares competidores. La presión fiscal total sobre la renta agrícola alcanza un promedio del 63,6%, llegando al 78% en trigo y 58,6% en la provincia de Santa Fe, según Fundación FADA.
Uniendo los puntos, el panorama para el productor argentino es desafiante: la mayoría de su producción no tiene precio asegurado, sus ingresos brutos son mermados por retenciones, sus costos son elevados en comparación internacional, y su producción depende fuertemente de capitales de terceros, principalmente de la cadena comercial.
Ante esta realidad, Ortolani insta al sector a cuestionarse: «¿Qué tan ‘independientes’ estamos siendo a la hora de defender y gestionar nuestros negocios?».
Caminos hacia una mayor autonomía
La especialista propone una serie de «caminos» para que el productor pueda apropiarse de su libertad en la gestión comercial y financiera:
•Para proteger los ingresos: Se recomienda seguir una estrategia de porcentajes de cobertura en las diferentes etapas del cultivo, basada en precios de indiferencia, márgenes objetivos y flujos de fondos. Es crucial hacer «más paradas» en la estrategia comercial para obtener mejores promedios, dado que la volatilidad actual depende cada vez menos de factores locales y más de la geopolítica internacional. La capacitación y experimentación en coberturas en los mercados a término son esenciales, ya que permiten proteger precios, ingresos y márgenes sin comprometer el físico. Asimismo, sugiere presupuestar los costos de primas de coberturas de riesgo precio, tal como se hace con otros riesgos como el climático.
•Para diversificar y disminuir costos de endeudamiento: Ortolani aconseja diversificar los vencimientos para que coincidan con períodos de mejores cotizaciones de granos. Destaca la oportunidad de experimentar más con el mercado de capitales, que actualmente aporta una mínima parte del financiamiento. Calificar en una Sociedad de Garantía Recíproca (SGR) puede reducir significativamente los costos de financiamiento y facilitar el acceso al crédito. Herramientas como cauciones, cheques y pagarés bursátiles ofrecen agilidad, transparencia y adaptabilidad a los flujos propios del productor. También es importante aprovechar los convenios de campaña para amortiguar tasas y decidir más sobre las relaciones insumo-producto.
•Para defender los márgenes de la voracidad fiscal: La experta es contundente: no basta con ser un buen gestor individual. Ante la carga fiscal que «se lleva ingresos en forma directa» y resta competitividad, es «imprescindible» que el sector se atreva a tener una «mayor representatividad legislativa». El campo, que provee «9 de cada 10 U$s genuinos para el resto de la economía», no puede seguir siendo «parte del menú»; debe «estar sentado en la mesa de negociación».
En su reflexión final, Mónica Ortolani enfatiza que el ejercicio de la libertad de gestión comercial, financiera y sectorial depende de cada actor, instando a mantener vivo el «fuego sagrado» y la capacidad de elegir los caminos hacia un mejor destino, tal como lo hicieron aquellos hombres y mujeres en 1816.
Fuente: AireAgro