El Ag Barometer Austral revela un deterioro sostenido en el ánimo de los productores, con una baja desde noviembre de 2024. Pese a un impacto positivo inicial por el anuncio de Milei sobre retenciones, estas generan un «clima de espera» que frena las decisiones a largo plazo, advierten expertos del sector.
La confianza de los productores agropecuarios en Argentina ha registrado un deterioro preocupante, especialmente en lo que respecta a las decisiones de inversión, según la última medición julio-agosto de 2025 del Ag Barometer Austral, elaborado por el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral. El indicador general de confianza descendió de 130 en mayo a 127 en julio de 2025 (-1,5%), acumulando una caída del 15% desde su pico en noviembre de 2024 (149 puntos).
La señal más alarmante es el «desplome en las expectativas de inversión». Las expectativas de inversión en activos fijos –como maquinaria, instalaciones o vientres de ganadería– cayeron drásticamente de 112 puntos en noviembre de 2024 a 66 en julio de 2025, lo que representa una caída acumulada del 59%. Actualmente, dos de cada tres productores (67%) consideran que no es un buen momento para invertir, lo que marca un freno evidente en las decisiones de largo plazo, según Carlos Steiger, director del Ag Barometer Austral.
A pesar de que el anuncio del presidente Javier Milei, el 26 de julio en la Exposición Rural, sobre la baja permanente de retenciones a soja, trigo, maíz y carne vacuna generó un impacto positivo en las expectativas generales del sector, este impulso no fue suficiente para revertir la prudencia en materia de inversión.
En este contexto de incertidumbre y altas tasas de interés, el manejo de stocks de granos se ha convertido en la principal herramienta de autofinanciamiento para los productores. Un 76% de ellos aún mantiene stocks de soja y maíz sin vender, y un 30% de este grupo conserva más del 50% de su mercadería sin precio. La gran mayoría (84%) planea destinar estos granos al pago de alquileres y a financiar la próxima campaña, mientras que un 29% los retiene a la espera de una mejora en los precios internacionales. Steiger explica que, «con tasas de interés reales muy altas y un crédito limitado, el productor privilegia financiarse con fondos propios».
Las elecciones legislativas de octubre emergen como un factor central que condiciona las decisiones de los productores. La expectativa sobre la continuidad del plan económico y las reformas estructurales del Gobierno genera un clima de «espera» en el sector, lo que posterga las decisiones de inversión. «El productor entiende que este año no solo se juega la rentabilidad de la próxima campaña, sino también la dirección de la política económica de los próximos años. Por eso muchas decisiones se postergan hasta ver el resultado electoral y la consistencia de las medidas», subraya Steiger.
En cuanto a los planes de siembra para la campaña 2025/26, el 44% de los productores manifestó que los modificará. La tendencia es clara: más área de maíz temprano y menos de soja. Este cambio refleja un análisis de rentabilidad relativa entre cultivos y el aprovechamiento de condiciones climáticas favorables para el maíz temprano.
Un aspecto a mejorar en el sector es la baja adopción de tecnologías digitales, que solo alcanza al 25% de los productores. Para el 75% de quienes no las adoptaron, la barrera principal no es el costo, sino la falta de conocimiento sobre el valor agregado de estas herramientas. Steiger ve una «gran oportunidad para acelerar la adopción tecnológica en el agro argentino», pero subraya la necesidad de más difusión y capacitación para que el productor perciba claramente su propuesta de valor.
A pesar del freno en las inversiones actuales, la confianza de largo plazo se mantiene en terreno positivo: un 66% de los productores espera estar mejor financieramente dentro de 12 meses, y un 57% cree que el sector en su conjunto mostrará mejoras en 2026. No obstante, Steiger advierte que «la falta de inversión en activos fijos es un problema serio. Si no se revierten estas señales, puede comprometerse la competitividad del agro en el mediano plazo».
