Se trata de innovaciones que, por ejemplo, permiten que la soja pueda crecer aun en terrenos áridos. O que algunos cultivos sean inmunes a los ataque de virus o herbicidas. Sólo unas pocas naciones lograron desarrollos de este tipo. Los detalles y las empresas protagonistas
El anuncio, emitido en combinación con promesas políticas y desafíos a la oposición de cara a las próximas elecciones, pasó desapercibido para muchos de los presentes en el acto, pero no para los principales actores del sector de agro-negocios.
El pasado lunes 5 de octubre, la presidenta Cristina Kirchner confirmó la aprobación de los dos primeros transgénicos -también conocidos como «OGM»- desarrollados íntegramente en la Argentina.
Se trata de dos productos de la biotecnología inéditosen el mundo.
-El primero, un gen que le permitirá a las variedades de soja crecer sin inconvenientes en terrenos con escasez de agua, en la jerga conocidos como «resistente al estrés hídrico».
-El segundo, una tecnología que le garantizará a la papa inmunidad ante un virus denominado «PVY», que afecta al 50% de los cultivos y que en los últimos años viene mermando la producción de dicho tubérculo.
Visto desde el llano, este tipo de novedades parecen sólo relevantes para los laboratorios. Pero el foco cambia si se considera que la Argentina es el tercer productor mundial de granos modificados genéticamente.
Y, más aun, si se considera que la nueva oleaginosa resistente a las sequías le abre de par en par un horizonte de negocios sin límite aparente.
En la actualidad, se siembran en el país más de 24 millones de hectáreas con soja, maíz y algodón transgénicos. Este volumen apenas es superado por los Estados Unidos y Brasil.
El total de cultivos modificados genéticamente, insertos en el suelo local, representa casi el 13,5% de la torta mundial de superficies cubiertas con estos productos.
En la Argentina, prácticamente el 100% de la soja sembrada corresponde a variedades OGM. Para el maíz, el rango supera el 95% y para el algodón mantiene una participación similar.
La organización ArgenBio, que se ocupa de fomentar y coordinar la expansión de la biotecnología en esta parte del mundo, expone de esta forma la evolución de los cultivos transgénicos en el agro local:
¿En qué consiste un transgénico? Se trata de semillas a las que, a través de técnicas de laboratorio, se les adiciona genes de otras especies que les aportan determinados atributos.
Estos pueden ir desde la tolerancia a un determinado agroquímico hasta la posibilidad de crecer en suelos carentes de grandes reservas de humedad, como es el caso de la nueva soja.
Para citar un ejemplo, el primer transgénico aprobado en el país fue una oleaginosa RR, desarrollada por Monsanto, que tiene la cualidad de ser inmune alherbicida glifosato.
Desde 1996, cuando irrumpió este transgénico a nivel local, la Argentina acumula unas 32 semillas modificadas con habilitación para ser sembradas en los campos locales.
Cada uno de estos productos incorpora resistencia a determinados químicos e insectos (la misma planta genera un insecticida que extermina a la plaga), como es el caso del maíz MON810 de Monsanto, o una combinación de ambas características.
La nómina, con las cualidades que incorpora cada variedad, es la que se detalla a continuación, comenzando por la soja:
Respecto al cultivo de algodón modificado, la cronología es la siguiente:
En maíz, el historial de combinaciones y eventos aprobados sólo desde 2011, es el que se detalla a continuación:
La nueva oportunidad
La soja que resiste a la sequía fue desarrollada por un equipo de científicos liderado por la doctora Raquel Chan, de la Universidad del Litoral, además de contar con especialistas del Conicet.
La licencia de uso y explotación está en manos de Indear, empresa nacida de la alianza del Conicet y la firma Bioceres, integrada en su mayoría por actores del sector agropecuario como el grupo Los Grobo.
En el caso de la papa, el invento corrió directamente por cuenta del Conicet y será comercializado por Tecnoplant, del grupo Sidus.
Ambos desarrollos implican para la Argentina «un ingreso en una cancha de relevancia internacional y en la que se desempeñan muy pocos actores», afirma Gabriela Levitus, directora ejecutiva de ArgenBio.
La científica -doctora en Ciencias Biológicas- enfatizó que «se trata innovaciones únicas en el mundo, con ciencia 100% argentina, que colocan al país en el reducido listado de naciones con capacidad para desarrollar sus propios transgénicos«.
Estados Unidos, Brasil, China, Indonesia, Cuba y ahora Argentina son los líderes para generar estos productos biotecnológicos.
«A nivel local -explicó Levitus- sólo se venía ofreciendo la tecnología desarrollada por privados como Monsanto. Lo primero a destacar es que es una innovación total. El gen de la resistencia a la sequía se utilizará en la soja, primeramente, si bien ya hay intenciones de que sea incluido en el trigo«.
Un aspecto importante es el regulatorio. En general cuesta que los países den pasos arriesgados en transgénicos, por la discusión mundial que hay en torno a estos desarrollos.
En este sentido, la experta sostuvo que Argentina, por lo general, siempre siguió la tendenciade otros países. La diferencia es que ahora hubo apoyo político para dar la aprobación regulatoria.
«Si bien la discusión sobre los transgénicos es menor acá que en otros lugares, siempre hubo cierta cautela en las aprobaciones. Eso ya cambió», agregó.
Negocios en perspectiva
Fernando Vilella, ex subsecretario de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires y director del Programa de Agronegocios de la Facultad de Agronomía de la UBA, aportó más detalles de estas innovaciones.
En diálogo con iProfesional sostuvo que la nueva soja que resiste a la sequía «se podrá usar tanto a nivel local como en la exportación, por lo que acercará regalías en términos de patente«.
De cara al futuro, la cantidad de tierras nuevas que pueda ocuparse con agricultura es muy acotada, a lo sumo puede hacerse referencia a Sudamérica o África.
«Apenas el 10% de la población mundial vive en países con excedentes de alimentos. La nueva genética abre posibilidades de agricultura en zonas impensadas. Y por todo eso se cobrará un patente», especificó Vilella.
En su visión, este es el siglo de la tecnología y estos nuevos eventos se constituyen en un fuerte arranque para que la Argentina sea protagonista fundamental en el negocio de los transgénicos.
«Después de este avance, seguramente vendrán semillas con productos cuya composición ha sido mejorada. La biotecnología no tiene un límite en ese sentido», aseguró.
Villela completó: «Hoy China se ‘come’ el 60% del total de la soja que se produce en todo el mundo. En ese país, por cuestiones como las que ocurren a nivel global , las tierras van tornándose más áridas».
El experto consideró que en cuanto el gigante asiático lo apruebe, se podrá colocar en ese país desde la cosecha hasta la semilla.
«Así ocurrirá con muchos mercados que por la falta de agua hoy se presentan como complicados para producir. Es un negocio tan incipiente como notable, en términos de producción y recaudación«, completó.
Nuevo escenario
El control en la comercialización de la nueva soja y la papa resistente a virus insertan tanto a Bioceres como a Tecnoplant en un mercado que ha sido dominado por multinacionales durante más de una década, con firmas de la talla de Monsanto, Bayer o Dow.
Si bien desde Bioceres optaron por explayarse sobre este aspecto en próximos meses -así lo solicitó Federico Trucco, CEO de la firma- la creadora del glifosato y la primera soja transgénica que se comercializó en el país dio más precisiones sobre estos nuevos competidores y la perspectiva de estos avances anunciados por Cristina Kirchner.
El inconveniente no es el desarrollo sino el modelo de negocios. Para el productor, la ventaja es clara. El punto es cómo la desarrolladora que hace la genética cobra por su investigación.
«Esa, creo, es la duda que enfrenta Bioceres. En su momento estuvo el factor de Monsanto, por ser la única compañía que hacía eventos de este tipo. Ahora están Bayer, Dow, Pioneer, Syngenta, BASF. Y el dilema pasa por cómo recuperar esa inversión», afirmó Fernando Giannoni, director de Asuntos Corporativos de Monsanto.
«Para el país es importante, porque en la era del conocimiento está exportando tecnología y saber, lo cual es más valioso que vender materias primas. La cuestión es hacerlo redituable», expresó el directivo.
Giannoni detalló que «lograr un transgénico demora hasta 10 años de investigaciones y conlleva inversiones de entre 100 y 150 millones de dólares. La patente se extiende por diez años y luego se libera. Es decir que ése es el plazo con el que cuentan las empresas argentinas para hacer alguna diferencia».
Para Giannoni, más allá de la cuestión de colocar la nueva soja en otros países, el inconveniente para Bioceres pasa por la informalidad de la Argentina en el mercado productor.
Si bien, como se mencionó, el país aparece como el tercer generador mundial de transgénicos, la comercialización puertas adentro puede ser clavepara la firma en la que participa Gustavo Grobocopatel.
«En la Argentina, sólo el 10% de los productores compra las semillas de forma legal. El resto es lo que se denomina ‘bolsa blanca‘ y ahí las compañías dejan de cobrar por el desarrollo que hicieron», dijo Giannoni.
El ejecutivo de la empresa aportó un ejemplo: «En Uruguay, por citar un caso contrario, el 98% de los productores abona regalías en las semillas«.
Remarcó que el desafío -más allá del avance tecnológico y de los mercados que puedan abrirse- es «consolidar un modelo de negocios que le permita a las compañías que invierten en biotecnología o industria tradicional cobrar por aquello que desarrollan«.
«Si no se ajusta la cuestión legal, es probable que las empresas -sin importar si son argentinas o no- tengan problemas a la hora de hacer nuevas invenciones«, concluyó Giannoni.
fuente: IProfesional