Investigadores de la FAUBA y el CONICET identificaron la porción de ADN responsable del brotado precosecha, un grave problema que puede reducir el rinde del sorgo hasta en un 30%. Este descubrimiento, fruto de años de investigación y una alianza público-privada, permite generar plantas resistentes y promete revolucionar la productividad de uno de los cereales más importantes del mundo.
Un equipo de científicos argentinos ha logrado un avance trascendental para el cultivo de sorgo, al identificar el origen genético del brotado precosecha, un fenómeno que causa enormes pérdidas económicas al hacer que los granos germinen en la planta madre antes de ser recolectados. Este descubrimiento permite desarrollar variedades de sorgo resistentes a este inconveniente, lo que representa una noticia de gran impacto para productores y la industria.
El sorgo es uno de los cereales más relevantes a nivel global y ha ganado terreno en Argentina, impulsado por la demanda china para la producción de una bebida alcohólica y su uso como alternativa en las rotaciones o en ambientes marginales. Sin embargo, el brotado precosecha constituye una de sus mayores limitaciones productivas, capaz de generar pérdidas de hasta el 30% del rinde.
El problema tiene una doble raíz: ambiental y genética. Roberto Benech Arnold, docente de Cultivos Industriales de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), explica que en Argentina, las lluvias y la alta humedad previas a la cosecha suelen desencadenar el brotado. A nivel genético, se vincula con la baja dormición de los granos, una característica que se perdió durante el mejoramiento genético al seleccionar semillas que germinaran fácilmente tras la siembra.
El grupo de investigación liderado por Benech, con la participación de Verónica Rodríguez (también docente de la FAUBA e investigadora del CONICET), ha dedicado años a descifrar este enigma. Recientemente, lograron un avance clave: identificaron la zona del ADN responsable del brotado en dos genéticas de sorgo fundamentales para los híbridos comerciales. Esta región se localiza específicamente en el cromosoma 9 de las diez que posee el sorgo.
Curiosamente, el problema del brotado precosecha se originó, paradójicamente, durante el mejoramiento genético en la década de 1960 en Texas, Estados Unidos. En aquel entonces, el sorgo, una planta de origen tropical que podía medir hasta 5 metros de altura, fue modificado genéticamente para reducir su estatura a 1,20 metros, facilitando así la cosecha y evitando que el viento lo volcara. Un estudio publicado en la revista Plant Biotechnology Journal, dirigido por Verónica Rodríguez, reveló que el gen que regula la dormición se encuentra en la misma región del cromosoma 9 que el gen que controla la altura.
Roberto Benech Arnold aclara que, al introducir genes de sorgos ‘enanos’ para reducir la altura, se incorporaron involuntariamente los genes que determinan la baja dormición de los granos, y por ende, el problema del brotado precosecha. En ese momento, la consecuencia pasó desapercibida, ya que en Texas no suelen registrarse lluvias cerca de la época de cosecha. Esta porción de ADN que contiene el gen de «enanismo» y el de baja dormición está muy extendida en las líneas genéticas de sorgo más comercializadas a nivel mundial.
La buena noticia es que los investigadores consiguieron separar el efecto genético de la altura del de la dormición, logrando generar líneas de sorgo bajas en altura pero con alta dormición y, por lo tanto, con mayor resistencia al brotado precosecha.
Este logro es un ejemplo virtuoso de la colaboración entre el sector privado, el público y la ciencia. Roberto Benech Arnold destacó el apoyo crucial de la empresa Advanta Semillas, que facilitó la realización de estudios de alto costo que de otra manera no hubieran sido posibles.
Los beneficios de este avance son dobles: por un lado, los productores de sorgo se verán directamente beneficiados al reducir significativamente las pérdidas por brotado precosecha. Por otro lado, el equipo de investigación podrá profundizar su conocimiento sobre cómo esta región genética modula los diversos mecanismos que han estudiado durante 30 años. Este descubrimiento no solo resuelve un problema crítico, sino que también abre nuevas puertas para futuras mejoras genéticas en el cultivo de sorgo.
