En Misiones, la palta se consolida como el motor de la reconversión productiva

Tras la crisis que diezmó la industria citrícola, la provincia apuesta por la variedad Hass. Con el impulso del INTA y nuevos polos productivos, el cultivo busca conquistar mercados nacionales y proyecta su expansión internacional.

Lo que comenzó como un experimento para mitigar una catástrofe agrícola se ha transformado hoy en una revolución para el agro misionero. A finales de la década de 1970, el INTA Montecarlo inició ensayos con frutos tropicales, pero fue una década después cuando la palta se convirtió en la elegida para ocupar el vacío dejado por la industria citrícola, la cual se vio reducida de 11.000 hectáreas a apenas mil debido a una enfermedad que diezmó las plantaciones.

De la crisis a la expansión territorial

El ingeniero agrónomo Luis Acuña, investigador del INTA, explica que este contexto de crisis fue el escenario ideal para introducir cultivos alternativos como el pecán, castaños, caquis y, fundamentalmente, la palta. Los productores de la zona de Campo Grande fueron pioneros en adoptar estas técnicas tras observar el trabajo experimental del instituto.

En la actualidad, el mapa productivo se está ampliando. Hace aproximadamente tres años, productores de Comandante Andresito se sumaron a esta tendencia. Según los registros actuales, la provincia cuenta con unas 100 hectáreas plantadas, aunque la mayoría se encuentra en fase de crecimiento (uno a dos años de edad). Por el momento, la producción plena se concentra en unas 10 hectáreas en Campo Grande, alcanzando entre 50 y 60 toneladas por campaña con un rendimiento promedio de 5 toneladas por hectárea.

Variedades y manejo del «oro verde»

Aunque existen cientos de productores con plantas asilvestradas o aclimatadas de diversos tamaños y sabores en sus patios, la apuesta comercial firme es la variedad Hass. El sistema de producción predominante es de secano (sin riego), con marcos de plantación de 7×7 u 8×4 metros.

El ciclo del cultivo requiere precisión:

Plantación y técnica: Se implanta la semilla entre febrero y mayo, y a los seis meses se realiza el injerto de la variedad Hass.

Cosecha: Comienza entre el tercer y cuarto año, realizándose de forma manual mediante el corte del pedúnculo con tijeras para proteger la integridad del fruto y del árbol.

Desafíos climáticos: Los primeros dos años son críticos, ya que la planta debe superar los extremos de frío y calor; una vez superada esta etapa, aumenta su tolerancia.

Para mantener la salud del suelo, que a menudo proviene de décadas de uso citrícola o yerbatero, el INTA recomienda el uso de cubiertas verdes (como avena o sorgo) para incorporar materia seca y evitar la pérdida de fertilidad.

Un mercado con potencial exportador

El destino actual de la palta misionera son los grandes centros de consumo como el Mercado Central de Buenos Aires, Rosario y nichos gourmet. Paradójicamente, el mercado interno provincial es limitado: la exuberancia de la tierra hace que la palta esté presente en casi todos los patios, y es costumbre entre los vecinos regalar los frutos durante la cosecha.

Ante esta saturación local, la mirada está puesta en el horizonte externo. Acuña considera que existen altas posibilidades de expansión para comenzar a exportar en el corto plazo. Este crecimiento está respaldado por lo que el INTA denomina la «tríada del éxito»: genética adaptada, nutrición eficiente (incluyendo el uso de nanofertilizantes) y el mantenimiento de suelos sanos.

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Analogía para comprender la transición: El cambio de la citricultura a la palta en Misiones puede compararse con un equipo de música que cambia de formato: tras el desgaste de los antiguos discos (los cítricos afectados), la provincia ha encontrado en la palta un «nuevo ritmo» más resistente y demandado, que no solo suena bien en casa, sino que tiene el potencial de ser escuchado en todo el mundo.