Al hablar de alfalfa es fácil relacionarla como el alimento propio de ganado y animales, sin embargo, también hay que recordar que es un producto con importantes aportes nutricionales para los seres humanos que debemos contemplar como parte de nuestra dieta diaria.
El consumo humano de la alfalfa más común es el brote tierno (germinado). Consumirla de esta manera aporta el triple de calcio que la leche, fósforo, provitamina A, vitaminas C, B y K, clorofila, aminoácidos y fibra vegetal.
En los hogares es muy fácil contar con brotes de alfalfa si se siguen las siguientes indicaciones:
Remojar durante toda una noche semillas de alfalfa. Se recomienda que se adquieran de buena calidad para garantizar su germinación.
Al día siguiente se deben enjuagar las semillas escurriendo bien toda el agua, para lo cual es más práctico usar un colador.
Durante los próximos tres o cuatro días, se deben enjuagar y escurrir bien las semillas dos o tres veces al día y tapando el recipiente con un trapo grueso; esto para mantenerlas a oscuras.
Al cabo de un máximo de cinco días, ya estarán bien germinadas y de un color amarillo, que es cuando se deberán de enjuagar y ser colocadas en un lugar con luz, sin que les dé directamente, lo que en menos de media hora les dará ese color verde característico.
El germinado de alfalfa se consume generalmente en fresco y crudo, en ensaladas, sándwiches y agua fresca, aunque también se pueden hacer sopas, guisados y ¡hasta tortillas!.
Fuente: Portal del Gobierno de México / Todo Alfalfa