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GEA y la lupa sobre el estancamiento de Rindes: la alerta de la fertilidad de suelos afecta a soja y maíz

A pesar del aumento en la intención de siembra de maíz, un preocupante estancamiento en los rendimientos de los principales cultivos de la región núcleo, soja y maíz, enciende las alarmas. Expertos y técnicos señalan que el problema reside, principalmente, en la degradación de la fertilidad química y física de los suelos, una consecuencia de manejos defensivos y los escasos márgenes económicos que enfrenta el productor.

La región núcleo proyecta un incremento interanual del 17% en el área maicera, alcanzando los 1,9 millones de hectáreas. Sin embargo, la euforia por esta expansión se ve empañada por un desafío persistente: el estancamiento de los rindes. Lo que antes se atribuía mayormente a la soja, ahora también se percibe en el maíz, indicando un problema sistémico que afecta a ambos cultivos.

Las raíces del problema: suelos empobrecidos y escasa inversión

Técnicos y especialistas coinciden en que la causa principal de este estancamiento es un problema complejo de fertilidad de los suelos, tanto química como física. Esta situación se agrava por el impacto en la disponibilidad de agua para los cultivos.

Entre los factores clave que contribuyen a esta degradación, se destacan:

Falta de fertilización adecuada: Un agrónomo de Aldao enfatiza que «lo más importante es la falta de fertilización, especialmente con fósforo». Rodolfo Rossi, referente en genética vegetal, explica que «en soja, más del 60% de los productores no devuelve al suelo lo que se lleva en fósforo y azufre». El maíz, por su parte, extrae grandes cantidades de estos nutrientes y necesita nitrógeno para rendir.

Degradación tecnológica: Se observa una tendencia a utilizar menos inoculantes, aplicar fertilización escasa, controlar deficientemente las malezas y repetir la siembra de soja sobre soja, especialmente en campos alquilados. En Pergamino, se atribuye a la «baja rentabilidad» que lleva a una «fertilización mínima y al uso de insumos genéricos de baja calidad».

Problemas de fertilidad física: Productores en General Pinto señalan que «la eficiencia de captación del agua es muy importante» y que «en el mejor de los casos capturamos solo un 60%». A esto se suman problemas de compactación y falta de estructura en los suelos. El potencial de almacenamiento de los suelos también muestra un deterioro.

Desequilibrios químicos: Además de la pérdida de fósforo y micronutrientes, se observa una creciente acidificación de los suelos.

La Genética no es responsable, el manejo sí

Un punto crucial en el diagnóstico es que la genética no es el factor limitante. Especialistas como Rodolfo Rossi y Matías De Felipe, afirman que la ganancia genética en Argentina es comparable a la de Brasil y que la tasa de ganancia en los cultivares no ha caído. Estudios recientes como los de Abdala et al. (2024) y De Felipe et al. (2016) respaldan esta visión.

El verdadero desafío radica en que «estamos muy lejos de poder aprovechar el potencial de los materiales de siembra». El mejoramiento genético busca maximizar el rendimiento potencial, pero en ambientes degradados o con bajo uso de insumos –una realidad en buena parte del sistema productivo argentino–, los materiales disponibles no logran expresar todo su potencial. Esta limitación está ligada a un «manejo agronómico deficiente típico de estrategias defensivas ante márgenes escasos y mucho más en situaciones de arrendamiento». Rossi es contundente: «si el productor no ve márgenes, baja tecnología… y así, no hay genética que pueda salvarlo».

Un Problema Generalizado que Afecta a Ambos Cultivos

Aunque históricamente las miradas se centraron en la soja, el análisis de las últimas 16 campañas revela que la tendencia positiva en los rendimientos es «tan leve» para ambos cultivos que no hay una mejora significativa a lo largo del tiempo. Los rendimientos de maíz han oscilado entre 60 y 110 quintales por hectárea (qq/ha), mientras que la soja lo hizo entre 25 y 42 qq/ha. Si bien la soja es «más estable» y un «caballito de batalla» en condiciones adversas, el maíz ofrece mayores retornos cuando rinde bien, mostrando una dispersión mucho mayor.

Un Destello de Esperanza en el Trigo

En contraste con el panorama de soja y maíz, el trigo ha tenido un excelente comienzo de campaña gracias a las lluvias registradas en julio. Un 40% del cultivo se encuentra en estado excelente y un 55% en muy bueno. En localidades como Corral de Bustos y María Susana, los productores destacan la condición superior a la campaña anterior. En Bigand, las lluvias recientes «favorecieron la activación de nutrientes clave como el nitrógeno». Los productores de General Pinto, tras 42 mm en julio, esperan rendimientos de hasta 70 qq/ha si las condiciones acompañan, aunque podrían caer a 20 qq/ha o menos sin el agua adecuada y un ambiente fresco durante el llenado de granos sin heladas tardías.

A pesar de las buenas perspectivas para el trigo y la humedad que suma para la futura siembra de maíz, los técnicos insisten en la necesidad de «fertilizarlo bien». Sin embargo, la dificultad para encontrar financiamiento y las bajas tasas de retorno obligan a los productores a «replantearse muchas veces las decisiones agronómicas». El desafío es claro: superar las barreras económicas para invertir en la salud del suelo y liberar el verdadero potencial de los cultivos en Argentina.

Fuente: GEA. Guía Estratétegica para el agro. BCR

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