El estudio de la genómica de plantas resistentes es la meta para enfrentar el problema. Eso convive con manejo integrado y nuevas formas de control químico.
Los “malezólogos” de la Argentina y el resto del mundo le hicieron un guiño a la pandemia y mediante una cita virtual se reunieron esta semana para seguir analizando este nuevo desafío que la naturaleza la impuso a la forma de producción intensiva y que, con su consolidación, comenzó a resquebrajar esquemas productivos que estaban armados como un combo perfecto y que durante años parecían invulnerable. “A pesar del gran desarrollo tecnológico realizado para reducirlas, las malezas no sólo se mantuvieron sino que crecieron las de difícil control, las resistentes, se redujo la biodiversidad y creció la contaminación ambiental”, resumió Julio Scursoni, presidente de la Asociación Argentina de Ciencias de las Malezas (Asacim) entidad organizadora del III Congreso 2021.
Este grupo de investigadores y técnicos que allá por 2012 en Yerba Buena (Tucumán) decidió dejar de mirar para otro lado, conformó Asacim con la convicción de que el problema mutaría la forma en que se venía haciendo agricultura desde hacía veinte años y que la clave pasaba no sólo por una estrategia reactiva frente a estos biotipos tolerantes o resistentes a los herbicidas conocidos, sino en una actitud proactiva basada en el conocimiento científico sobre la genética de las malezas, el ambiente en que se desarrollaban, nuevas técnicas de manejo de cultivos y de planteos agropecuarios, entre otras cuestiones que aún están abiertas al descubrimiento.
Este planteo también estaba imbricado con la necesidad de responder a las demandas sociales, que vienen cuestionando seriamente el excesivo uso de agroquímicos y de una industria que debió ponerse a tono con la investigación para dar respuestas más novedosas y sustentables.
“La tasa de evolución de resistencia entre 2010 y 2020 fue de cuatro nuevos registros por año, con predominancia del herbicida glifosato”, agregó Scursoni y paralelamente, según los estudios realizados hace algunos años por la REM de Aapresid, el incremento de los costos por presencia de malezas resistentes oscila entre “25% y más de 100%” según el cultivo, la maleza o la zona.
Por eso, como expresó el investigador de la Universidad Nacional de Tucumán y referente en el tema, Marcelo de la Vega, se terminó el tiempo de la “sencillogía” que estaba basado en un herbicida conveniente, eficiente y de bajo costo”, y al que le faltaba “la pata de la sustentabilidad”.
“En el 96 comenzamos a usar solo glifosato para control de malezas y tuvimos unas lindas vacaciones por un tiempo, luego volvieron con una curva que se empina cada vez más”, agregó, para dar cuenta de este cambio que obliga a una nueva mirada sobre el manejo productivo.
“El sistema de manejo de malezas no es simple, porque los ambientes son variables y hay que ensamblar el estudio de su dinámica para realizar un buen control químico”, aseguró De la Vega.
Un sistema complejo
De hecho, si algo dejaron en claro quienes participaron del III Congreso Malezas 2021 fue que las recetas fáciles y únicas ya no sirven. “La situación actual muestra que se requiere un modelo más complejo, menos autónomo para los productores. Quizás llegó el momento de recurrir al asesoramiento técnico capacitado, que es más costoso, pero más sustentable”, indicó el especialista en el tema de Inta Oliveros, Juan Carlos Papa, quien evitó ser concesivo con la audiencia virtual que superó los 1.400 inscriptos.
“Estamos en un momento crítico y resulta muy fácil transmitir al productor lo que él desea oír, eso vende charlas otros bienes y servicios, pero es más difícil y menos simpático transmitir lo que en realidad debe saber y practicar”, dijo.
Números que alarman
La evolución de los biotipos tolerantes o resistentes es “un problema cada vez mayor y preocupante”, indicó Hugh Beckie, especialista en resistencia a malezas formado en Canadá, quien trabaja en Australia como director del Australian Herbicide Resistance Initiative (Ahri), un centro de excelencia dedicado al tema.
Como dato, De la Vega indicó que en 2017 apareció el yuyo colorado (Amaranthus quitensis) resistente a glifosato y cubrió 13,5 millones de hectáreas, y en dos años pasó a 20,5 millones”.
Beckie explicó que a nivel mundial la situación es similar. Detalló que “actualmente hay 522 casos de resistencias”, con un promedio de 12 casos nuevos anuales desde 1980. “Los grupos con más biotipos resistentes son los inhibidores (ALS y PSII) y el glifosato es el tercero en mayor crecimiento”, dijo.
A la hora de mirar los cultivos, las mayores resistencias están en trigo (81), luego maíz (63), arroz (52) y soja (50). “Muchos de estos cultivos tienen fuerte presencia en Argentina”, alertó.
En Argentina “la tasa de evolución de resistencia entre 2010 y 2020 fue de cuatro nuevos registros por año, con predominancia del herbicida glifosato”, agregó Scursoni.
La resistencia múltiple (una maleza a varios productos), es un tema que desvela. “Tenemos 60 especies que tienen de entre 2 y 7 sitios de acción y es el desafío más importante que enfrentamos”, indicó Beckie. También agregó que en Argentina “se reportaron 28 biotipos resistentes a herbicidas, 20 de los cuales fueron en cultivos de soja sola o en rotación, algo que alarma por la cantidad cultivada en el país”, dijo y detalló que 14 fueron al glifosato y el resto con resistencias múltiples.
Dijo que todas las gramíneas en general son resistentes a distintos herbicidas y también el Amaranthus y la Conyza.
Con semejante panorama, la primera reacción subir las dosis y potenciar las aplicaciones químicas. Pero esta decisión, en la mayoría de los casos con poca asistencia profesional agronómica llevada adelante por un productor acostumbrado al “paquete sencillo”, al que hacía referencia De la Vega.
Además, se incrementaron “los reclamos de una parte importante de la sociedad en relación a los probables efectos del manejo de agroquímicos sobre el ambiente y la salud”, dijo el presidente de Asacim.
Mucho más si se tiene en cuenta que el uso excesivo de herramientas químicas frente a un problema que parece sin control para el productor es alarmante. “El 71% de los productores usaba siempre el doble golpe (repetición de aplicaciones), y es un nivel muy alto que nos sorprende y preocupa”, dijo Fernando Oreja, de la Facultad de Agronomía de la UBA, quien realizó una encuesta sobre el uso de herbicidas en cultivos de granos en Argentina. “Nos sorprendió porque la técnica es de rescate para lotes que no tuvieron buen control y debería ser de emergencia más que de uso frecuente”, dijo.
Golpe de timón
Cuando se quemaron los papeles, hubo que barajar y dar de nuevo. Eso incluye no sólo al productor sino también a la ciencia y a la industria que pone en el campo los insumos. En ese marco surgieron estratégicas de manejo productivo como los cultivos de cobertura, la utilización de nuevos métodos mecánicos de remoción de malezas, pero también el avance en el estudio de la genómica de los biotipos para mitigar las resistencias. Por otra parte, la tecnología siguió aportando lo suyo y, para lograr detecciones precoces, comenzaron a realizarse mapas de suelo y aplicaciones de agroquímicos de precisión y en tiempo real.
Esto vino del asesoramiento profesional, que cobró nuevo protagonismo ante la necesidad de la combinación de agroquímicos (mezclas) como un primer paso en las estrategias de control. “Quizás esto requiera de un modelo más complejo, menos autónomo para los productores”, dijo Papa. “Ellos demandan autonomía y llegó la hora de recurrir al asesoramiento capacitado, que es más costoso, pero más sustentable” agregó.
También las empresas de insumos se enfrentan a una etapa de revisión. “Hubo una sequía en la investigación”, dijo Beckie y “la industria pensó que el glifosato era la panacea, que no hacía falta otro herbicida y dejaron de invertir en investigación”, agregó. Con la llegada de la malezas la estrategia fue “seguir apilando caracteres a cultivos resistentes, algo que se ve en soja que hoy muestra cultivares resistentes a dos o tres herbicidas apilados”.
Pero, “si el apilado es la respuesta a la mayor complejidad de la resistencia, esto se convierte en un círculo sin fin”, indicó.
Por eso dijo que el avance de la investigación en la genómica de las malezas “ofrece beneficios potenciales para entender la base genética de esa resistencia”.
Por ahora, la mezcla de herbicidas tiene “resultados superiores en el manejo a la resistencia”, agregó Beckie, para quien “la solución real pasar por reducir la dependencia de herbicidas y lograr un manejo sustentable e integrado que incluye el cultivo que compite con las malezas y el control en cosecha”, sintetizó. También insistió con “el manejo de precisión”, y dio el ejemplo que utilizan en Australia de una pulverizadora arrastrada por una plataforma robótica que va y viene por el campo 10 km por hora y hace una práctica de cobertura viva para detectar malezas. “Logramos un 90% de control en malezas de hoja ancha en cultivos cerealeros”, dijo. También dijo que otra estrategia es el mapeo de maleza dentro lote para poder utilizarlo para el próximo cultivo.
El desarrollo científico
En ese sentido, la ciencia está muy abocada a conocer la estructura de las malezas para entender su ciclo evolutivo y poder dar en la tecla con las aplicaciones químicas y los productos que hoy la industria tiene disponibles. El investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, Hugo Permingeat, presentó el estudio las causas de las resistencias de las malezas a los herbicidas y explicó que estas dependen aquellos mecanismos asociados a los sitios de acción (target resistance) y aquellos que son ajenos a esos sitios (no target).
Mostró el caso de trabajos realizados a partir de 2001 con distintas poblaciones de Amaranthus hybridus recolectadas en la zona núcleo (sur de Córdoba y sur de Santa Fe), resistentes a inhibidores de ALS y glifosato y otras de sorgo de Alepho resistentes a inhibidores de ACCase y glifosato.
Los estudios de secuenciación del gen, permitieron comprobar la presencia de “una triple sustitución” como responsable de la resistencia. “En Vicuña Mackena, estudiamos el Amaranthus hybridus y nos sorprendió que las curvas de dosis de respuesta daban altísimos niveles de resistencia a glifosato, con muchísimos tratamientos”, dijo Permingeat. “Esto lo hemos relacionado con el hallazgo de la triple sustitución aminoacídica en la región como única responsable”, es decir, una suerte de mutación.
Por eso para Permingeat, “las técnicas bioquímicas moleculares, bioinformáticas constituyen herramientas importantes para estudiar las resistencias de malezas y el conocimiento de ésta permite diseñar estrategias inteligentes de control”, dijo.
La investigación académica también está abocada a conocer la dinámica de las malezas “para evitar que el aumento de los casos no siga y no nos quite la herramienta que tenemos”, dijo Ignacio Dellaferrera investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) al menos “hasta que se alcancen más activos (herbicidas)”.
El también investigador de Conicet estudió la pérdida de sensibilidad a herbicidas en Amarthus hybridus (yuyo colorado), una maleza difícil con “mucha producción de semilla, con variación en su morfología y acervo genético” cuya primera resistencia se reportó en 1996. Tras distintas pruebas donde se aplicó glifosato, comprobaron que desde 2008 a 2016 para reducir 50% de biomasa de malezas se debió multiplicar por cinco la dosis. “Hoy estaríamos al límite de control”, aseveró el investigador y dijo que en 2020 hubo casos donde “se superaron las dosis recomendadas de uso”.
La misma situación mostró Marcos Yanniccari (UNLP) quien trabaja sobre metabolización de herbicidas en poblaciones de Lolium (raigrás) para analizar estrategias de manejo.
“Los problemas de evolución de resistencias a glifosato en sur de Buenos Aires cobró relevancia entre 2006 y 2008 en trigo y cebada”. Frente a eso “la recomendación fue la rotación de herbicidas (inhibidores de ALS y de ACCase) para evitar la presión de selección con algunos de ellos”, recordó. Pero con los años algunas poblaciones mostraron fallas de control. Las investigaciones realizadas les permitieron concluir que hay varios genes implicados en los mecanismos de resistencia. Por lo tanto, contar con los posibles mecanismos de resistencia garantiza que las mezclas y la rotaciones de herbicidas sean más eficaces en el control.
Herramientas alternativas
Más allá del laboratorio y a la espera de respuestas científicas más certeras, la investigación de las prácticas mecánicas a campo, también se intensificaron. El especialista Frank Forcella, de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos), presentó una nueva forma de control de malezas mediante le uso de material abrasivo. Se trata de un dispositivo por el cual se dispara a alta presión (similar al arenado que se utiliza para limpiar máquinas o paredes) sobre la maleza.
El material abrasivo utilizado proviene de residuos agrícolas y se hicieron pruebas con cáscara de nuez, mazorca de maíz, hollejo de uvas, borra de café o carozos de aceitunas. Primero se hicieron pruebas con dispositivos a baja escala y actualmente se adaptó a pulverizadores para campo. “Tuvimos un control excelente de maleza yute chino”, dijo y aclaró que “la frecuencia aplicación depende de la maleza”. “Al final de la campaña con dos aplicaciones en el estadio 1 a 5 en maíz tuvimos un 90% de control”, indicó Forcella. También, construyeron una nueva máquina que tiene control sobre 8 hileras con 8 boquillas, apuntan a cada lado de hilera y trabajan de a pares, permitiendo un control más eficiente. “Es nuestro Packman”, aseguró.
También en Rosario hay mucho desarrollo al respecto. Lara Daniela Svendsen de la biotecnológica local Inbioar explicó que están trabajando en la búsqueda de herbicidas a partir extractos acuosos de plantas. Mediante la recolección de 102 especies de plantas en situación de estrés, que obtuvieron en 11 viajes por todo el país, lograron seleccionar 290 extractos y testearlos testeados. “Uno tuvo una respuesta interesante en ensayos pos emergentes con un efecto fulminante en planta de moha y mostaza”, dijo la investigadora. Aunque necesitan una etapa de escalado valoró los resultados preliminares.
Simple o exitoso
“Teníamos un sistema tan sencillo que no nos dimos cuenta que hay dos cuestiones ecológicas que la naturaleza va practicando como la sucesión y la evolución”, aseguró De la Vega, quien parafraseando a Hamlet planteó: “Ser simple o exitoso, esa es la cuestión”, al arrancar su charla.
Las malezas “no son un tema simple, necesita estudio y, además, el buen manejo químico también requiere de la investigación básica”, aseguró. “La clave es conocer su dinámica y su contexto, para hacer un buen control”, por eso “hoy sabemos que no necesitábamos que el modelo sea fácil, sino exitoso”, concluyó.