En las semanas previas al pico de la cosecha de los granos gruesos, un experto en maquinaria agrícola del INTA advierte que en la agricultura argentina es muy alto el nivel de pérdidas en la trilla de los lotes de soja -casi el doble que el límite tolerable- y también en los de maíz. La buena noticia es que este problema se soluciona con ajustes, controles y la preparación constante del cabezal de la cosechadora, que es el lugar donde se concentra el 70% de las pérdidas.
Según las estadísticas del INTA, el nivel promedio de pérdidas en la trilla de la oleaginosa ronda los 141 kilos por hectárea, cuando la tolerancia no debería ser superior a los 80 kilos. En los lotes maiceros, el límite de tolerancia es de 150 killos por hectárea, una cifra que suelen superar los contratistas y productores argentinos.
En el caso de la cosecha de soja, el ingeniero Rubén Roskopf, experto en fierros del INTA Pergamino, indica que las mayores pérdidas se producen por problemas en la barra de corte, una parte clave del cabezal. “Es imprescindible revisar los pontones y las cuchillas de la barra y reemplazar las que están gastadas o con los dientes saltados”, recomendó.
La barra de corte es como un tijera: si está desafilada no va a cortar bien la planta y las chauchas y vainas quedan en el suelo, sin que las tome el cabezal. Por eso es necesario mantener bien “afilada” esta parte del cabezal.
Otra cuestión central, en la era del cada vez más gravitante problema de las malezas resistentes, es la limpieza del equipo al pasar de un lote a otro. El INTA aconseja vaciar completamente la tolva y limpiar la cosechadora a fondo. Se puede usar un fardo que se hace pasar desde el extremo del cabezal y que va barriendo las pequeñas malezas que quedaron dentro de la cosechadora. “Hay que hacerlo en un camino, antes de ingresar al lote”, indica Roskopf.
En la trilla del maíz, las pérdidas superan los máximos tolerables y también surgen sobre todo en el cabezal, pero a diferencia de la soja se relacionan con la mala regulación de las placas espigadoras.
“Esto provoca que se desgranen o se rompan las espigas y hay que recordar que la pérdida de una sola de ellas implica 150 gramos de maíz que no van a la tolva”, precisa el experto del INTA Pergamino.
Las pérdidas se solucionan con el mantenimiento y la preparación de la máquina, pero es una cuestión que a veces se complica en el pico de la cosecha, cuando los contratistas tienen que viajar de una región a otra para trillar los granos. “Pero hay que tener en cuenta que las horas que vamos a invertir en hacer la regulación del cabezal de la máquina van a aumentar la rentabilidad”, destaca Roskopf.
La agricultura argentina tiene una ventaja: el parque de maquinaria agrícola es moderno, según los datos del INTA, y tiene unos 9 años en promedio, una antigüedad que es comparable a la de los equipos que utilizan los “farmers” en Estados Unidos. Esto implica que con buenas prácticas de mantenimiento y preparación de los fierros, las pérdidas deberían bajar y respetar los límites tolerables.
Fuente: Clarín.