Los productores demoran comercialización esperando una recuperación del precio.

Las recurrentes lluvias siguen complicando la recolección de girasol en los lotes de la región productiva del noreste del país. A una sucesión de dos tres días de sol, que permiten la entrada de las cosechadoras a los potreros, le siguen uno o dos de lluvias que obligan a volver a paralizarlas en el galpón.
Según un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, este fenómeno está comprometiendo los rindes que se obtienen, que cayeron hasta 20, 9 quintales por hectárea como promedio zonal y se prevé que esa tendencia se mantenga para lo que resta de la cosecha.
En la zona girasolera sur, responsable del 42 por ciento de la superficie total sembrada, en cambio, las condiciones climáticas han sido favorables desde la siembra, lo que esta dando lugar a cultivos de desarrollo normal a excelente, que están llegando a la etapa de llenado de granos.
No obstante, los productores temen que los fuertes vientos de los últimos días y las perspectivas de continuidad de las lluvias deterioren el estado de los cultivos en los momentos previos a la cosecha.
Precios poco atractivos
Mientras tanto, la mercadería disponible sigue cotizando con precios poco rentables para los productores, del orden de los 220 dólares por tonelada, producto de una gran producción y stocks mundiales del producto.
En ese sentido, información de Asagir recuerda que, en la República Argentina, el girasol se cultiva para consumo interno y para exportación como aceite, harina o grano. Dado que, habitualmente, una parte importante del aceite producido se exporta y que la harina tiene un bajo valor relativo, más del 85% del precio del girasol se debe al valor internacional del aceite.
Como nuestro país está participando solo con el 6 por ciento de ese mercado, no tiene poder de fijación de precios y menos aún en los nueve meses posteriores al ingreso de la producción proveniente de la región del Mar Negro, que comienza en septiembre de cada año. Hay sólo una ventana de oportunidad en el resto del año, que se amplía cuando la producción mundial cae, ya que la Argentina es el único exportador importante del hemisferio sur.
Frente a esa realidad desfavorable, el control físico de la mercadería permite al productor una mayor capacidad de negociación con una industria o un exportador, sobre la plaza logísticamente más conveniente, en una fecha determinada.
Naturalmente, el control físico de la mercadería no es gratuito, ya que exige inversiones en instalaciones de acondicionamiento y almacenaje, así como otros costos: mantenimiento de la calidad, seguros, intereses sobre el capital, etc. Resulta lógico, entonces, que un mayor valor del disponible sea un premio que sólo perciben los productores que manejan su mercadería. En este cultivo hay que considerar, entonces, el almacenamiento, incluyendo el uso de silobolsas. Esto no garantiza mayor rentabilidad, pero permite negociar mejor en un mercado complejo.
Fuente: El Rural