Con cultivos de cobertura es posible evitar que se pierdan hasta 1.000 kilogramos de suelo por hectárea. Un trabajo del INTA determinó que el ambiente de media loma sin cobertura, es el más afectado por las lluvias.
En la Argentina, el grado de deterioro de los suelos es de variada intensidad. De hecho, se estima que en los últimos 30 años, la degradación por erosión hídrica en la Pampa Húmeda alcanzó al 36 % de la superficie. Un trabajo realizado en Cañada de Gómez –Santa Fe– determinó que en lotes de media loma sin cobertura vegetal, con una lluvia erosiva, se pierden hasta 1.000 kilogramos de suelo por hectárea.
Julia Capurro, especialista de esa unidad del INTA, explicó que la disminución de la superficie sembrada con gramíneas en gran parte del área pampeana húmeda originó cambios importantes en los suelos.
De acuerdo con datos del Ministerio de Agricultura, durante la campaña 2013/14 sólo el 22 % de la superficie agrícola del sur santafesino se implantó con trigo, maíz y sorgo granífero, mientras que el 78 % se destinó a soja de primera. “Este porcentaje de ocupación con soja de primera implica que, gran parte del año, los suelos permanecen sin cobertura vegetal”, señaló Capurro.
Los rastrojos de soja se descomponen más rápido que los residuos de gramíneas, por lo que cuando llegan las lluvias de primavera, el impacto de la gota es directo sobre el suelo: “Este es el momento en el que comienzan los procesos más intensos de erosión hídrica, que se prolongan durante todo el verano”, indicó la técnica del INTA.
Según Capurro, la inclusión de cultivos de cobertura resulta fundamental debido a que su masa vegetal impide el impacto directo de la gota de lluvia sobre el suelo y reduce la velocidad de escurrimiento superficial del agua. Además, “las raíces favorecen la agregación, la aireación del suelo y, luego de su descomposición, dejan conductos que facilitan el ingreso del agua a capas más profundas”.
Para analizar cuánto suelo se pierde por erosión hídrica, en sistemas de monocultivo de soja, y cuál es el impacto de la inclusión de cultivos de cobertura, el INTA Cañada de Gómez analizó el grado de escurrimiento y de infiltración que registran los ambientes de loma, media loma y bajos con y sin cobertura vegetal.
Así, determinaron que en el ambiente de media loma sin cultivos de cobertura, las pérdidas de suelo llegaron a los 1.042 kilos por hectárea de sedimentos erosionados, luego de una lluvia erosiva de 1 hora de duración, mientras que en loma y bajo las pérdidas fueron de 376 y 156 kilogramos, respectivamente.
Ahora bien, en los mismos ambientes, pero con cubierta vegetal, las pérdidas de suelo en media loma alcanzaron los 165 kilogramos por hectárea; mientras que en loma y bajo los valores se redujeron a 113 y 116 kilogramos, respectivamente. Lo que significa que en las parcelas con cubierta vegetal se logró reducir hasta un 84 % la erosión.
Asimismo, se registró sólo un 52 % de infiltración de agua en la media loma sin cultivos de cobertura. En cambio, en el mismo ambiente pero con cubierta vegetal se registró un 72 %; “lo que significa que ingresó al suelo un 20% más de agua”, aseguró Capurro.
“Sin dudas, estos datos ubican a los cultivos de cobertura como una de las estrategias más apropiadas para minimizar las costosas pérdidas de suelo que ocasionan las lluvias en estos ambientes”, expresó Capurro quien además señaló que “se pueden integrar a otras tecnologías como las técnicas de manejo del relieve, también llamadas prácticas de sistematización”.
La erosión hídrica es uno de los procesos de degradación más importantes porque implica que las gotas de lluvia remuevan la capa superficial del suelo. Esto significa que se produce un descenso neto de la fertilidad natural y, por lo tanto, de su productividad debido a que se pierde materia orgánica y nutrientes, se degrada su estructura física y se disminuye la capacidad de retención del agua.
Para Capurro, es prioritario en los actuales sistemas productivos, tratar de disminuir la erosión hídrica, a través del manejo de los escurrimientos superficiales. “Esto nos permitió medir cuánto nos pueden ayudar los cultivos de cobertura a reducir al mínimo las pérdidas de suelo y disminuir los escurrimientos superficiales, aumentando la infiltración de agua en el perfil”, afirmó.
Este trabajo fue realizado en el marco de la tesis de maestría en Manejo de Recursos Naturales bajo la dirección de Sergio Montico, investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario.