Las limitaciones de zinc y boro limita el potencial productivo en el campo. Investigadores y la compañía Yara impulsan un cambio de manejo: la nutrición integral desde la siembra es la clave para la sustentabilidad y para revertir las brechas de productividad.
El sector agrícola argentino enfrenta un desafío crítico: el potencial de rendimiento de la soja está siendo limitado por una caída en la fertilidad de los suelos. Los expertos coinciden en que el manejo tradicional, centrado históricamente en aplicar únicamente fósforo al inicio, resulta incompleto. Este enfoque tradicional, enfocado solo en el fósforo, está costando al país millones de dólares.
Deficiencias críticas y suelos agotados
La soja es una gran exportadora de nutrientes debido a su alto contenido proteico. Por cada tonelada producida, se extraen en promedio 55 kilos de nitrógeno, 6 de fósforo, 19 de potasio, 3 de calcio y azufre, y 4 de magnesio.
Ante este panorama de suelos agotados y rendimientos estancados, estudios recientes evidencian una caída sostenida en los niveles de micronutrientes en los suelos agrícolas argentinos. Investigadores, como Hernán Sainz Rosas en el Simposio de Fertilizar 2025, han revelado esta «crisis silenciosa» de falta de minerales esenciales, señalando especialmente al zinc y al boro como los más críticos. Estas deficiencias están condicionando la expresión del potencial de rendimiento de los cultivos y limitando la eficiencia de los fertilizantes tradicionales, incluso en lotes con buena provisión de macronutrientes.
La importancia del arranque integral
Para cerrar esta brecha de productividad y garantizar la sustentabilidad, la clave es implementar una estrategia de nutrición integral desde la siembra. La compañía noruega Yara, líder en nutrición de cultivos, promueve un manejo nutricional que haga foco en el arranque del cultivo, respondiendo tanto a las necesidades de la soja como a las deficiencias crecientes de los suelos.
La disponibilidad de ciertos elementos desde el arranque es determinante para una soja más vigorosa y con mayor potencial productivo. Por ejemplo, el azufre cumple un papel clave en la síntesis de aminoácidos (metionina y cisteína) y en la eficiencia del uso del nitrógeno. Por su parte, el hierro y el molibdeno son esenciales para la actividad de la nitrogenasa y la leghemoglobina, enzimas centrales del proceso de fijación biológica. Cuando estos elementos están disponibles desde el inicio, se fortalece la nodulación, mejora la supervivencia del inoculante en la semilla y se optimiza la captura temprana de nitrógeno.
Soluciones tecnológicas para el campo
La propuesta de Yara integra dos novedosas soluciones complementarias para optimizar la implantación y la fijación temprana:
1. YaraBasa SAUSOR: Este es un fertilizante arrancador que incluye fósforo, azufre y calcio. El producto estimula el desarrollo radicular y mejora la emergencia. El calcio aporta estabilidad estructural al suelo, mientras que el azufre contribuye a la formación de proteínas y a la eficiencia en el uso del nitrógeno.
2. YaraAmplix NRHIZO: Este fertilizante, de aplicación en la semilla, potencia la acción del inoculante. Contiene elementos minerales como hierro y molibdeno, claves para una fijación biológica eficiente, además de componentes orgánicos con efecto bioestimulante, como Ascophyllum nodosum, ácidos orgánicos y cobalamina.
En línea con los desafíos de fertilidad actuales, la compañía también lanzó junto a su red de distribuidores el servicio YaraVita PROCOTE. Esta tecnología permite recubrir el arrancador habitual del productor con micronutrientes ajustados a las necesidades específicas de cada lote, principalmente boro, zinc y manganeso, asegurando una nutrición precisa y adaptada a cada ambiente.
De esta manera, Yara reafirma su compromiso con una nutrición eficiente y sustentable, integrando conocimiento, diagnóstico y tecnología para acompañar al productor en cada etapa del cultivo.
