Una campaña complicada. Referentes en distintas zonas productivas analizan cuánto caerá el área. Además, qué no hay que resignar: achicarse pero no aflojar con la tecnología.
Será del 20%… del 30%… ¿40? Algunos se animan a pronosticar más. “De primera, seguro. De segunda, hay que ver”. La voz se hace correr como reguero de pólvora. Las charlas que se multiplican en las estaciones de servicio de los pueblos rurales, en las tranqueras o acodados ventanilla de la chata de por medio en cientos de caminos rurales. El protagonista es el maíz.
¿Cuánto va a caer la superficie de esta gramínea fundamental para la sustentabilidad y la productividad?
Sólo los próximos meses permitirán develar la incógnita. Sin embargo, ya hay indicadores. Las agronomías no venden ni una bolsa. Los semilleros están más que preocupados. Del otro lado del mostrador, los productores también están en alerta roja, porque muchos saben que hacer maíz les da otro plafón.
LAS BASES consultó a productores y asesores de distintas zonas productivas en donde el maíz es importante para conocer bien de cerca qué opinan sobre la próxima campaña maicera.
“Hasta el año pasado sembramos 600 hectáreas porque consideramos que el maíz es clave en nuestras rotaciones; este año, acabamos de decidir que casi ni en campo propio lo vamos a poder defender y sólo vamos a sembrar 70 hectáreas; nos duele, nunca nos pasó, pero es la realidad”, reflexionó el productor del sudoeste de Córdoba, y socio de Aapresid, Martín Ambrogio. Como viene ocurriendo en los últimos años, el lamento es más profundo producto de la oportunidad perdida: “Los pocos lotes de trigo que sembramos están bárbaros y nos vienen muy bien pensando en el excedente hídrico con el que lidian hoy esos campos y en una soja de segunda que pueda estar también con buenos kilos”.
Para Ambrogio, en la zona núcleo, “donde se buscan alcanzar los máximos potenciales de rendimiento, resignar
en genética, fertilidad o protección del cultivo es un mal negocio”. Sabe que no fertilizar con la dosis correcta de fósforo puede significar 10 a 12 quintales menos y que la respuesta a la fertilización nitrogenada es lineal.
Ahí cerquita, en Venado Tuerto, el corazón maicero del país, el asesor y socio Aapresid, Luis Negruchi advierte que a juzgar por el movimiento que se ve en la zona, la caída va a ser de mucho más que el 20-30% del que se habla. Lo peor es que esto ocurre a 200-250 kilómetros del puerto, lo que implica una incidencia de flete no tan fuerte.
“Con una tecnología mediana a buena, que creemos que es la única forma de hacer maíz, los costos rondan en 80-90 quintales y para arriba, y si a eso tenemos que agregarle el alquiler del campo se hace inviable”, dijo Negruchi, quien se lamentó: “Algunos piensan que con alguna pequeña señal de cambio en las políticas para el cultivo se potenciaría la siembra de tardío, sin embargo, para esa fecha el productor que haya podido entrar a sus lotes se va haber jugado por la soja”.
En el norte de Buenos Aires, el asesor privado Abelardo Portugal reconoció que el área de maíz en la zona ya venía menguando en las últimas campañas. La salvedad la hace en algunos casos el dueño del campo que pedía que rote parte con maíz o el maíz que se siembra como insumo de la ganadería. “Los establecimientos ganaderos van a mantener, incluso aumentar superficie porque la actividad está en crecimiento, pero las siembras para grano
van a caer, en los campos que asesoro, por lo menos 50%”, vaticinó. En rinde de indiferencia en campo propio
supera los 80 quintales por hectárea y en campos alquilados supera los 100 qq/ha.
En lo que respecta al uso de tecnología, Portugal dijo que está asesorando a los productores para que, lo poco que hagan de maíz, lo hagan con todo el paquete. “Más vale achicar superficie que hacer más con menos tecnología”, advirtió. Río Cuarto, en la provincia de Córdoba, es otro de los bastiones para el maíz. Cuenta con la mejor relación maíz-soja del país. Sin embargo, en 2015/16 esta relación va a caer estrepitosamente.
“La caída no va a ser menor a 30-40%, aunque las siembras tardías podrían empujar un poco porque hay tecnología para hacerlo y bien”, disparó el productor de la zona de Río Cuarto y prosecretario de Aapresid (también vicepresidente de la Fundación FADA y Socio de Bio4), Germán Di Bella.
Al igual que sus colegas, a la hora de pensar en si se puede recortar en la tecnología utilizada, Di Bella es contundente: “Prefiero sembrar menos pero bien que más con poca inversión, porque al final lo terminás pagando en el rinde”.
El oeste bonaerense es una zona en la que el maíz lejos está de ser patrón de estancia pero sí se reconoce que, con su
abultada cobertura ha permitido anclar los suelos que se volaban o eran arrastrados por el agua. Conocedor de la zona, el consultor de empresas semilleras Gustavo Gaudio cree que “no es una buena decisión dejar de sembrar maíz” porque “se corre el riesgo de tener voladuras como hace 30 ó 40 años y deteriorar mucho los suelos”.
Gaudio, sin embargo, reconoció que se puede achicar la superfi cie pero no renunciar a la tecnología: “Maíz sin tecnología hoy directamente es trabajar a pérdida, aunque se puede bajar costos eligiendo híbridos económicos pero de buen rendimiento”. Donde no renunciaría es en la fertilización, aunque sí en los calibres. Si se eligen más chicos. Y, eso sí, sembrarlo en los mejores lotes. Sin dudarlo.
Fuente: Las Bases
Autor: Juan Martín Dodda