En los remates de hacienda, tanto como machos y hembras, han comenzado a percibir correcciones en los valores.
Los precios de la hacienda de consumo empiezan a reflejar la escasez de hacienda. En los últimos días las categorías de consumo tanto machos como hembras
han comenzado a marcar importantes correcciones en un escenario de mayor firmeza de precios que se podría sostener en los próximos meses.
Cuando todo parecía estar quieto, supeditado al resultado electoral del domingo, los compradores comenzaron a anticiparse tomando posición en un escenario preanunciado.
El viernes pasado los valores negociados en Liniers marcaron máximos de $241 para los novillitos livianos y de $235 para vaquillonas. El promedio de valores para
estos renglones se ubicó en $220 y $224 para hembras y machos, respectivamente lo que representa una mejora de $15 respecto de los promedios registrados una
semana atrás.
Si bien el salto semanal resulta significativo, este primer movimiento de precios no es más que una recuperación parcial de los precios registrados en abril, previo a
la intervención de los mercados. Con una inflación acumulada en los últimos seis meses (mayo-octubre) del 19%, el valor del novillito liviano -sin los desequilibrios
suscitados por la intervención del gobierno- debería estar marcando máximos por sobre los $250 el kilo, 15% más de los $215 que efectivamente conseguía a fin de
octubre.
La hacienda gorda tiene la particularidad de generar actualizaciones de precio de manera escalonada.
Siendo un producto que, de algún modo, se encuentra contenido en un eslabón intermedio y fuertemente condicionado por el pulso que marca el consumo,
suele presentar períodos de retraso en sus valores, seguidos por saltos o escalones de ajuste significativos que, muchas veces, exceden en una primera fase la
corrección requerida pero que rápidamente vuelve a quedar retrasados respecto de otros bienes.
Similar patrón de correcciones suele mostrar el precio de la carne. En ambos casos, existen estacionalmente dos momentos muy marcados donde el escalón de
ajuste resulta más pronunciado, uno en los meses de febrero-marzo-abril y el segundo, hacia fin de año, iniciándose a partir de mediados de octubre o
noviembre -dependiendo del año- para acelerarse luego durante el mes de diciembre.
El año pasado, entre mediados de noviembre y mediados de diciembre el precio del gordo ajustó un 30%. En 2019, la suba en términos corrientes fue
del 19% y en 2018 de un 16% con tasas de inflación fluctuando en torno al 3,5 al 4,0% mensual, para los últimos trimestres del año.
Hoy, esta primera corrección que empieza dándose en los valores de la hacienda en pie, se da en un contexto de fuerte presión del eslabón de engorde que viene
perdiendo en los últimos meses a razón de $2.000 a $5.000 promedio por animal engordado Según datos recientes publicados por la Cámara Argentina de Feedlot (CAF) a valores de compra de la invernada en torno a los $250 el kilo (180kg), el punto de equilibrio del feedlot, es decir el precio del gordo que requeriría para pagar todos los costos tanto de compra del ternero como de alimentación, sanidad,
estructura, comercialización y financieros se ubica en $243 para un novillito liviano de 320 kg. Si bien los valores negociados recientemente comienzan a
acercarse a estos niveles, este no es más que un precio de equilibrio, donde no se registran pérdidas, pero tampoco ganancias.
Por otra parte, el valor de compra de la invernada con la que la CAF calcula este precio de equilibrio del gordo, en muchos casos es ampliamente superado, en especial por aquellos compradores cuyo objetivo primario es evitar la pesificación de sus ingresos y llegan a pagar por la reposición de ese ternero desde $280 a más de
$300 el kilo.
En estos casos donde el valor de compra guarda un componente adicional como es el riesgo de devaluación, el precio de equilibrio del gordo exige entre $260
y $275, solo para evitar pérdidas bajo un planteo tradicional.
Por tanto, este primer ajuste esta tan solo un tercio del ajuste total que necesitaría el feedlot para comenzar revertir sus números. ¿Podrá el consumo acompañar
esta suba?
El precio de la carne, aunque menos retrasado que el gordo, también viene perdiendo contra inflación, a una tasa que en octubre volvió a dispararse al 3,5% y que,
dado el contexto, no existen muchas perspectivas de baja hacia los próximos meses.
El año pasado, el precio promedio de la carne vacuna -según menciones del IPCVA- ajustó en el último trimestre un 28%, contra un 15% en 2019. En los
últimos 15 años, el aumento más fuerte que se registró en términos corrientes durante los últimos tres meses del año fue en 2015, donde el precio de la carne registró una suba del 30% a diciembre, seguido luego por una
corrección a la baja que se extendió hasta el mes de abril donde recién entonces logró equiparar los valores de diciembre, en términos corrientes.
La realidad es que la falta de hacienda gorda para consumo es una foto ya preanunciada. Si hasta el momento no se estaba viendo un ajuste
en los precios de la carne era, por un lado, por la misma estacionalidad en la que suelen darse estas correcciones y, por el otro, por la evidente falta de
poder adquisitivo del consumidor.
Lo cierto es que lejos de una recomposición salarial genuina, en este tiempo preelectoral, se ha estado volcando mucho dinero al bolsillo de la gente que no
tiene otra salida que el consumo inmediato. Por tanto, esto seguramente tendrá un efecto significativo, en cuanto al poder de respuesta del consumidor ante el
inminente traslado a los mostradores de estos últimos movimientos de precio en la hacienda en pie.
Muy probablemente este será el primero de varios escalones o corrección de precio parciales que se darán de aquí a fin de año.
Fuente: Rosgan