El tambo robotizado del INTA Rafaela, tras una década de funcionamiento, se consolida como un ejemplo de cómo la innovación tecnológica puede potenciar la eficiencia, mejorar el bienestar animal y humano, y asegurar la continuidad de la actividad lechera en Argentina.
La revolución tecnológica avanza a pasos agigantados, y el sector agropecuario no es la excepción. En Argentina, el tambo robotizado ha emergido como una de las áreas de mayor crecimiento en la evolución de la lechería en los últimos años. Un caso paradigmático es el de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA Rafaela, que este año celebra 10 años desde la instalación de su tambo robotizado.
Este proyecto pionero en Argentina nació de un convenio público-privado entre el INTA Rafaela y la empresa DeLaval, una de las compañías líderes en la incorporación de tecnología para el sector lácteo. Según explica María Eugenia Carrizo, directora de la EEA INTA Rafaela, el propósito fundamental de esta instalación fue permitir que muchos productores pudieran conocer y empezar a adoptar esta tecnología en sus propios esquemas de producción a lo largo y ancho del país. Lo que se montó en el INTA hace una década ha sido un gran acierto porque es muy replicable para los productores, quienes lo ven como algo que pueden llegar a implementar en sus campos.
El sistema de tambo robotizado integra diversas tecnologías para ofrecer múltiples beneficios. Uno de los aspectos más relevantes es la capacidad de recopilar y manejar una gran cantidad de información. Esta información es crucial para adelantarse a distintos problemas sanitarios que puedan surgir, así como para manejar eficazmente los esquemas de alimentación del rodeo lechero. El robot recoge y recopila muchísima información que luego permite cuantificar el impacto de las medidas que se toman en el establecimiento.
Más allá de la gestión productiva y sanitaria, el tambo robotizado tiene un impacto significativo en la esfera social y el bienestar animal. Mejora notablemente la calidad de vida de los operarios, liberándolos de la tarea rutinaria del ordeño manual dos veces al día. Para los animales, el sistema garantiza un esquema de bienestar: acceden a la sala de ordeño de manera voluntaria, la instalación dispone de un rodillo que funciona como masajeador, lo cual representa un atractivo para que ingresen a la sala, y se vincula con todo lo que es la sala de espera.
Esta tecnología combina distintas fases orientadas al bienestar animal, la generación de indicadores muy positivos en cuanto a productividad por hectárea, y un manejo optimizado tanto reproductivo como alimentario del sistema lechero.
La robotización no solo trae eficiencia, sino que también puede jugar un rol clave en la sucesión generacional. Muchos tamberos, incluyendo pequeños productores que no tenían sucesión, han visto que a través de la robotización se puede atraer a las nuevas generaciones para que continúen con la tradición lechera, tan frecuente en zonas como Rafaela. La revolución de la robotización es significativa y avanza por etapas.