Campos inteligentes, procesos de producción eficientes

En este artículo Federico Elorza, Coordinador de Gestión Sustentable de CASAFE, explica que son los Smart Farming y como funcionan.

El Smart Farming es la aplicación de tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en
la agricultura. Este nuevo abordaje promete revolucionar el mundo de la agricultura mediante la
aplicación de distintas soluciones que resultan en una producción más eficiente y sostenible.
Con el uso de estas herramientas, conectadas unas con otras, mediante del uso de tecnologías
de Big Data, Analytics y la Nube, los profesionales y productores pueden optimizar la toma de
decisiones y las operaciones. A través de la generación de información, las decisiones basadas
en datos generados en el proceso productivo y la mejor gestión de los recursos, se podría lograr
lo que se conoce como “Campos Inteligentes”
Los ecosistemas “Campos Inteligentes” (Smart Farm en inglés), son aquellos establecimientos
donde se realizan distintas operaciones de Smart Farming. Entre ellas, podemos mencionar una
planificación regular de la producción basada en datos, y otras actividades asociadas con el
desenvolvimiento de la empresa agropecuaria, tales como: la comercialización, la logística de
entrada de insumos y salida de productos, la financiación y los seguros de cosecha, etc. En
conclusión, los campos inteligentes, con el uso de todas estas herramientas, mejoran su
eficiencia global.
¿Cómo se desarrollan los ecosistemas de Smart Farm? El recorrido comienza con la colocación
de sensores y/o dispositivos (IoT) dispuestos en el campo, sobre las maquinarias, los silos, etc.
Estos aparatos permiten recopilar datos sobre parámetros que se consideran de interés, ya sean
ambientales, de salud de los cultivos, del funcionamiento de los equipos (por ejemplo:
taponamiento en pulverizadoras y/o sembradoras), humedad del suelo, e incluso, las variaciones
de temperatura en silos, entre muchísimos otros. Los dispositivos abarcan desde estaciones
meteorológicas repartidas en distintas partes del campo o montadas en los equipos
pulverizadores, hasta sensores montados sobre satélites, Vehículos Aéreos No Tripulados
(VANT o UAV, por sus siglas en inglés), etc., que permiten detectar, por ejemplo, variaciones en
el índice verde (NDVI) de los cultivos, que puede ser interpretado desde la perspectiva del estado
sanitario de los cultivos, así como otros que midan temperaturas críticas en situaciones
especiales para establecer, por ejemplo, alertas de heladas en cultivos de vid o distintos frutales
o evaluar daño de determinado cultivo.
La información generada se transmitirá, en forma de datos, a la Nube (Cloud). Es decir, a los
servidores a los que se accede a través de Internet, los softwares y las bases de datos que se
ejecutan en esos servidores. La Nube es la principal responsable del almacenamiento, el
procesamiento y el análisis de los datos generados, de manera tal que puedan ser leídos e
interpretados por los tomadores de decisión (productores y/o profesionales). El acceso a esta
información puede hacerse desde una computadora o a través de aplicaciones instaladas en
teléfonos y/o tabletas, lo que le permite al productor activar dispositivos inteligentes dispuestos
en el campo o, incluso generar una orden de trabajo específica (pulverización, por ejemplo),
según la información recibida y analizada.
A modo de ejemplo, pensemos en un establecimiento agropecuario que contrata una empresa
de monitoreo para que realice el seguimiento de los cultivos de un campo. La empresa determina
la presencia de manchones de malezas en un lote, pero, dada la extensión del problema sanitario
no amerita la necesidad de realizar aplicaciones de herbicidas de forma masiva, sino que se
considera suficientemente eficaz una intervención selectiva. La empresa de monitoreo, a través
de una aplicación (App) y/o un software específico, envía una alerta al productor en función del
reporte que genera. Simultáneamente dispara una orden de trabajo para que el contratista que
realiza las pulverizaciones en el campo (y que dispone de un sistema de aplicación selectiva)
ejecute la tarea indicada.
El contratista ha montado en los barrales de la pulverizadora, unos sensores infrarrojos, que al
detectar la presencia de malezas producen la aplicación del herbicida en el lugar específico
donde se encuentran las malezas. De esta manera, se reduce el riesgo de contaminación
ambiental, y el costo de la práctica en relación con una aplicación total, ya que se disminuye el
empleo de un insumo (herbicidas en este caso). Además, con los datos generados, convertidos
luego en información, se pueden realizar futuros planteos productivos optimizados, mediante el
análisis de datos a gran escala y recopilados para la toma de decisiones.
La gran cantidad de datos que proporcionan los sensores en el campo pueden ser analizados
tanto por la empresa que los genera, como por otros involucrados. Este es el caso cuando se le
agregan datos provenientes de numerosos establecimientos/empresas, relacionados con una
misma variable de interés. Por ejemplo, la oferta de productos y/o la demanda de insumos, que
una vez analizados pueden proveer información para realizar distintas operaciones de manera
más eficiente. Estos datos también son relevantes para optimizar el suministro, adquisición y
almacenamiento de semillas, fertilizantes, fitosanitarios, etc. Asimismo, pueden establecer la
logística más adecuada para la distribución al mercado. Por último, pero no menos importante,
la gran cantidad de datos e información sobre la producción, el clima, la salud de los cultivos y la
demanda, puede ayudar a las instituciones financieras y a las compañías de seguros a evaluar
mejor los riesgos para presentar mejores propuestas de sus servicios a los productores.
Todo esto es posible siempre que podamos asegurar dos puntos. Por un lado, la interoperabilidad
de los datos entre las compañías que generan las TICs. Por el otro, la capacidad de conexión
que podamos encontrar en las zonas rurales. Estos ejes son los que más están limitando el
desarrollo. Afortunadamente, ambos tienen soluciones en el corto y/o mediano plazo, porque ya
hay ofertas en el mercado para contar con señal constante y de buena calidad en el campo.
En síntesis, el Smart Farming reducen riesgos de producción, optimizan el uso de insumos e
incrementan los beneficios ambientales y económicos de los establecimientos y sus
comunidades cercanas

Federico Elorza – CASAFE