Cómo piensa Ricardo Buryaile, la espada de la agroindustria de Macri. Su fórmula para bajar los precios de la carne y para reactivar el campo
El mate lo ceba él. Deja la mitad de la yerba seca y así suele comenzar una reunión. Ricardo Buryaile, flamante ministro de Agroindustria, tiene al campo en su ADN. Su padre fue productor ganadero en Formosa y su abuelo también.
Vino a estudiar a Buenos Aires durante el secundario, le tocó la colimba, y luego se quedó en la facultad de donde egresó como contador público nacional. Cuando terminó su carrera regresó a Formosa, se casó y empezó el camino de la dirigencia rural. Para ello tenía el legado de su padre, que siempre recorría las por entonces rutas de tierra y era un apasionado de la agenda ganadera cuando eso implicaba viajes eternos y discusiones de pueblo en pueblo.
«En todas las comisiones directivas hay 20 personas y trabajan cuatro. Yo era uno de ellos y eso me traía bastantes problemas con mi mujer», se sincera el flamante ministro de Agroindustria de Macri, quien coincide con el presidente en su fanatismo por Boca Juniors. «Me enganchaba con los temas y después no los dejaba hasta resolverlos», plantea quien fue ganando posiciones desde la Sociedad Rural de Formosa, más tarde en la Confederación regional de Chaco y Formosa, hasta llegar a la presidencia de Confederaciones Rurales Argentinas, para luego ser diputado por el radicalismo adonde pensaba que iba a jugar durante los próximos años.
«El día D nadie me había llamado. A las dos de la tarde sonó el teléfono de un asesor mío y era una de las secretarias de Mauricio. Me pasaron la comunicación y me dijeron: «Le va a hablar el ingeniero». Sin embargo, pasaban los minutos y nada», recuerda. El tiempo corría y tuvo que esperar otra comunicación. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, iba a anunciar a las 17 el gabinete en pleno y fue recién a las 16.45 cuando se produjo la comunicación en la que no dudó en aceptar ante la propuesta del Presidente. «La verdad es que fue bastante fácil congeniar desde el primer día porque veníamos trabajando en la Fundación Pensar y estábamos convencidos juntos de cuál sería el camino», revela.
En la ganadería cree que se da una situación particular. La Argentina pasó de tercer exportador mundial al puesto número 13 y de 750.000 toneladas a sólo 180.000, de las cuales 90.000 son vísceras y menudencias. El sector está destruido y el consumo tampoco mejoró.
«Lo que pasó ahora es que cambiaron las expectativas. Los productores confían en las decisiones económicas y por eso ya miran los animales que consume Europa y que son de unos 430 kilos y no de los 320 kilos promedio de la Argentina», admite. Ante esta ecuación los productores optan por engordarlos más para mandarlos al exterior y eso comenzó a presionar sobre los precios. «Si no los bajan vamos a comenzar a importar y esto no es una amenaza», sostiene el hombre que prefiere el vacío como su corte de asado. De hecho, cita ejemplos del pasado en los que se importaban costillas desde Uruguay. «Les damos libertad para que aumenten su stock, pero viene el verano y se consume más, por lo que nos preocupa aumentar la oferta. Espero que retrotraigan los precios. La experiencia es que lo que subió no llega a la góndola cuando baja. O se lo queda el supermercado o las carnicerías, y creo que la carne ya ha aumentado demasiado», se enoja el hombre que siempre tiene su camisa arremangada.
Buryaile está convencido de que las retenciones eran un mal esquema de incentivos a la producción y es optimista por los tiempos necesarios para la recuperación de los cultivos principales. Por ejemplo, en el caso del trigo llevará seis meses retomar el área de siembra y en un año estará la cosecha. «Tenemos la peor área de siembra en 100 años. Lo escucho a Kicillof y es como si Gallardo -el DT de River- nos dijera mañana cómo ganarle al Barcelona», se enoja. Sin embargo, admite que hay una parte de la sociedad que cree el relato.
«Porque Cristina ha desatado mística. Su gestión económica es una de las peores de la democracia pero en cuanto a mística es una de las que más la ha infundido junto a Raúl Alfonsín», relata quien ahora tiene en vista un informe sobre el impacto de la quita de las retenciones en las economías regionales. Está analizando después del fin del cepo y el nuevo escenario tributario el impacto final que tiene en las distintas industrias.
Hay tres segmentos que lo preocupan en especial: la lechería, en donde tratarán de cerrar un acuerdo con los tamberos, los productores de vitivinicultura y también los del Alto Valle de Río Negro. «Hay situaciones que vamos a contemplar y otras que tienen que ver con problemas estructurales que son más complejas», asume el fanático del tenis. El mundo también pesa en su análisis, pero con una connotación menor que la que tenía en la década ganada. «Siempre le echamos la culpa al mundo pero tiene una puntería bárbara. La región crecía y nosotros teníamos esa crisis casi autoinfligida», se enoja.
Buryaile sabe que no son pocos los temas por resolver. En el mundo avícola asegura que la situación de Cresta Roja no es una cuestión sectorial sino de una empresa en particular. «Tiene que ser vendida y encontrar a alguien que asuma el pasivo para preservar las fuentes de trabajo», afirma quien está convencido que un dólar a 13/14 pesos es sustancialmente distinto.
Hace 10 días el productor de soja tenía un dólar de $ 6,30 y el de trigo, de $ 7. «Hoy este valor le permite tener la rentabilidad que era necesaria. Los productores de trigo y de maíz perdían plata», concluye el hombre que emocionó a su abuela de 94 años en su jura.
fuente: La Nacion/ José del Río