Los drones se consolidan como poderosas herramientas tecnológicas para la producción agropecuia, y el INTA, con su red nacional y su profundo conocimiento técnico, cumple un rol fundamental en la investigación, validación y adaptación de esta tecnología
La tecnología avanza a pasos agigantados, y el sector agropecuario no es ajeno a esta transformación. Una de las herramientas que ha experimentado un auge casi exponencial en los últimos dos años son los drones, también conocidos como vehículos aéreos no tripulados. Inicialmente, estos dispositivos ingresaron al sector privado, utilizados principalmente para aplicaciones como pulverizaciones y distribución de sólidos en el campo. Sin embargo, su rápido crecimiento a veces careció de la fortaleza técnica necesaria.
Ante este panorama, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) ha realizado una incorporación reciente de estos vehículos, que forman parte de una red de aproximadamente 70 drones distribuidos en todo el país. Esta integración responde a una múltiple cantidad de objetivos relacionados con la teledetección.
Los objetivos que INTA persigue con el uso de drones son variados y apuntan a mejorar la gestión y el conocimiento del territorio y los cultivos. Entre las aplicaciones destacadas se encuentran:
- Levantamientos de terreno para la creación de modelos digitales de elevación.
- Análisis de estructura forestal.
- Sistematización de riego mediante modelos digitales de elevación y superficie de alta precisión.
- Monitoreo de cultivos, incluyendo el estudio de su fenología.
El espectro técnico que estos vehículos pueden cubrir es múltiple en el territorio. La clave de la labor de INTA reside en su fortaleza técnica: el profundo conocimiento del cultivo y del contexto agropecuario, lo que les permite saber para qué se pueden utilizar realmente los drones y cuáles son las posibilidades de implementación, desde el monitoreo hasta el apoyo técnico a la aviónica.
INTA está actualmente trabajando en vinculaciones tecnológicas con las empresas que traen estos drones al país, probando y apoyando al sector. A través del programa TCH, el organismo cuenta con pilotos legales y el personal capacitado para entender tanto los aspectos técnicos del cultivo, la masa forestal y la estructura, como el funcionamiento de los términos de teledetección.
La interacción con el sector productivo se da a demanda, respondiendo a las necesidades específicas del territorio. En base a estas demandas, se elaboran los planes de trabajo necesarios para cubrir distintas zonas y llevar a cabo acciones concretas en cada lugar.
La versatilidad de los drones es notable, ya que permiten montar diferentes tipos de cámaras según el objetivo. Se les puede equipar con una cámara multiespectral, una cámara fotogramétrica de alta resolución RGB, o un Lidar (escáner láser). Este último tiene un objetivo principal orientado a la estructura forestal y la medición de biomasa. El rango de posibilidades de trabajo es incluso mucho más amplio de lo mencionado.
En resumen, los drones se consolidan como poderosas herramientas tecnológicas para la producción agropecuia, y el INTA, con su red nacional y su profundo conocimiento técnico, cumple un rol fundamental en la investigación, validación y adaptación de esta tecnología para responder a las demandas del territorio argentino, mejorando así la eficiencia y sostenibilidad del sector.