El Maíz y tres proyectos inspiradores presentados en Maizar 2022

Tres casos de emprendimientos que agregan valor al maíz en Córdoba y Buenos Aires, para producir
carne, dióxido de carbono y energía, aportando sustentabilidad a los sistemas, y generando empleo
y arraigo, conformaron el panel “El maíz: cultivo estratégico para la bioeconomía argentina”. Allí
contaron los casos de sus empresas Mario Aguilar Benítez, director de Las Chilcas; Antonio Riccilo,
titular del Grupo Riccilo, y Laura Chiantore, presidenta de Chiantore SA, moderados por Mayco
Mansilla, gerente técnico de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID).

Con la idea de “invitar a pensar la bioeconomía, y al maíz como cultivo estratégico, superador de la
producción de materias primas”, Mayco Mansilla, gerente técnico de la Asociación Argentina de
Productores de Siembra Directa (AAPRESID), presentó tres casos de un ecosistema que tiene al maíz como
fuente de agregado de valor y emprendedurismo: Laura Chiantore, presidenta de Gas Carbónico
Chiantore SA, en Villa María, Córdoba; Mario Aguilar Benítez, director de Las Chilcas, en Río Seco, en la
misma provincia, y Antonio Riccilo, titular del grupo Riccilo, radicado en la provincia de Buenos Aires,
Laura Chiantore contó que la empresa nació en 1958, por iniciativa de su abuelo, que necesitaba el
insumo para su embotelladora: “Nos dedicamos a la producción gas carbónico (CO 2 ), que se utiliza para la
producción de bebidas gaseosas, pero también tiene usos en la industria metalmecánica”, explicó. “En sus
inicios, la planta de producción de CO 2 funcionaba a carbón, luego a fueloil y, a comienzos de 1970, lo hizo
con gas natural”, contó.
En la búsqueda de alternativas para crecer en producción, y a partir de la instalación en Villa María de ACA
Bio, la planta de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) que se dedica a la producción de
bioetanol de maíz, “surgió la posibilidad de utilizar como combustible los gases de fermentación del maíz
que genera el bioetanol”, destacó la empresaria.
En la actualidad, la empresa cordobesa tiene dos plantas en funcionamiento: una que produce 35
toneladas diarias de CO 2 , y que funciona con gas natural, y otra con capacidad para 100 toneladas diarias
a partir de los gases de fermentación del maíz. El establecimiento de mayor dimensión está ubicado
dentro del predio de ACA Bio. “Nuestra idea es seguir avanzando, con la profesionalización de los recursos
y con el desarrollo de nuevos mercados. Hoy abastecemos desde Córdoba a 18 provincias y a países del
exterior”, explicó Chiantore.
En Río Seco, departamento del norte de Córdoba, Mario Aguilar Benítez lidera junto a sus cinco hermanos
la empresa agropecuaria que fundó su padre: Las Chilcas. “Desde hace más de 30 años nos dedicamos a
la producción agrícola y a la cría y engorde de ganado, a darle valor agregado al maíz a través del engorde
de ganado bovino y porcino, como así también a la industrialización de nuestra materia prima en la
producción de alcohol, aplicando tecnología e innovación con una mirada sustentable en nuestras
acciones”, destacó.
Como parte de un modelo de economía circular que se perfecciona, en los últimos años la empresa
asumió el desafío de mitigar el impacto ambiental. Además de alimento a partir del maíz, por medio de la
instalación de una planta de bioetanol en 2016, el establecimiento produce también energía. Su sistema
es un circuito cerrado de economía circular que también aporta nitrógeno, fósforo, potasio, manganeso y
materia orgánica al modelo de producción agrícola.
Con un esquema similar, que tiene al maíz como foco, Antonio Riccilo conduce una empresa ubicada entre
Saladillo y General Alvear, en la provincia de Buenos Aires, que expresa desde su génesis el esquema de

economía circular. “Hacemos en forma intensiva las tres carnes, con producción avícola; de cerdos, a
través de tres granjas porcinas; un feedlot; una planta de molienda de soja para la provisión de alimentos
y, desde hace dos años, una empresa bioeléctrica que produce un megavatio de energía y que se alimenta
de efluentes”, describió empresario.
El caso de Riccilo es el de un emprendedor que vio en el modelo agropecuario y de agregado de valor una
oportunidad. “Venía del sector de la electrónica, y un desarrollo que logré vender muy bien me permitió
comprar el campo y, desde ahí, comenzar a darle valor agregado a la producción. Soy primera generación,
desde hace 45 años no paramos. Hoy conformamos un conglomerado que está integrado por 200 familias
en el área rural”, destacó.
Espíritu emprendedor
Los tres casos del panel son claros exponentes del emprendedurismo en el sector agropecuario. “Vengo
de una familia de emprendedores. Nuestra empresa nació de la necesidad que había en ese momento de
la falta de gas carbónico en el mercado. Mi abuelo, mi padre y mi tío tenían una embotelladora y
comenzaron a desarrollar ese nicho”, contó Laura Chiantore.
En el caso de Mario Aguilar Benítez, también la necesidad los llevó a emprender, debido a la zona donde
está ubicado el campo, lejos de los puertos. “Quizá en otro lugar con más productividad no habríamos
pensado en hacer tanto valor agregado”, justificó.
El empresario destacó el fuego emprendedor que heredó de su padre y que trasmitió a la familia. “Somos
cinco hermanos, tres de los cuales estamos en el día a día. Tenemos la responsabilidad de seguir
haciendo. Nuestro modelo es de economía circular, desde lo ambiental, social y económico, con 125
empleados que llenan de responsabilidad, pero también de la satisfacción de seguir soñando juntos”,
remarcó.
Riccilo destacó la impronta que tiene cualquier productor de emprender. “Cualquiera puede hacerlo y está
en condiciones para ello. El camino está abierto para todos. En nuestro caso, tenemos dos empresas
propias y el resto en distintas sociedades, algunos socios son del exterior desde hace más de 20 años. Y
eso lo logramos al contagiarles la idea”, indicó.
A la hora de dimensionar el éxito del emprendimiento, el empresario aseguró que eso depende de las
posibilidades que ofrezca el negocio. “Nosotros fuimos desarrollando, a partir de modelos existentes,
nuevos esquemas. Tenemos feedlots totalmente estabulados, con limpieza automática, de 10.000 metros
cuadrados cada uno. Y hoy ya somos referencia porque muchos han adoptado ese modelo”, expresó.
Mansilla concluyó que los tres casos de valor agregado de maíz, en carne, gas carbónico y energía, son un
aporte de sustentabilidad a los sistemas, que generan empleo y arraigo, y que también deben de servir
como fuente de inspiración.